Relation des choses de Yucatan de Diego de Landa: Texte espagnol et traduction française en regard, comprenant les signes du calendrier et de l'alphabet hiéroglyphique de la langue maya; accompagné de documents divers histori
§ XVI.—Modo de los pueblos de Yucatan. Cedula real en favor de los indios. Muere el Adelantado; sus descendientes por su hijo don Francisco de Montejo.
Que antes que los españoles ganassen aquella tierra vivian los naturales juntos en pueblos con mucha policia y que tenian la tierra muy limpia y desmontada de malas plantas, y puestos muy buenos arboles. Y que la habitacion era de esta manera: en medio del pueblo estavan los templos con hermosas plaças y entorno de los templos estavan las casas de los señores y de los sacerdotes, y luego la gente mas principal; y que assi yvan los mas ricos y estimados mas cercanos a estos y a los fines del pueblo estavan las casas de la gente mas baxa. Y que los pozos donde avia pocos estavan cerca de las casas de los señores, y que tenian sus heredades plantadas de los arboles de vino y sembrado con algodon, pimienta y maiz, y que vivian en estas congregaciones por miedo de sus enemigos que los captivavan, y que por las guerras de los españoles se desparzieron por los montes.
Que los indios de Valladolid por sus malas costumbres, o por el mal tratamiento de los españoles se conjuraron de matar a los españoles quando se dividian a cobrar sus tributos y que en un dia mataron a 17 españoles, y 400 criados de los muertos y de los que quedaron vivos, y que luego embiaron algunos braços y pies por toda la tierra en señal de lo que avian hecho, para que se alçassen: mas no lo quisieron hazer y con esto pudo el Adelantado socorrer a los españoles de Valladolid y castigar a los indios.
Que el Adelantado tuvo desasosiego con los de Merida y muy mayores con la cedula del emperador con la qual privo de indios a todos los governadores, y que fue un receptor a Yucatan y quito al Adelantado los indios y los puso en cabeça del rey, y que tras esto le tomaron residencias a la Audiencia real de Mexico la qual le remitio al Consejo real de Indias en España, donde murio, lleno de dias y trabajos, y dexo a su muger doña Beatriz en Yucatan mas rica que el, y a don Francisco de Montejo su hijo casado en Yucatan y a su hija doña Catalina casada con el licenciado Alonso Maldonado presidente de las Audiencias de Honduras y Santo Domingo de la Isla Española, y a don Juan de Montejo español, y a don Diego mestizo que uvo en una india.
Que este don Francisco despues que dexo el govierno a su padre el Adelantado, vivio en su casa como un particular vezino, quanto al govierno, aunque muy respetado de todos por aver conquistado, repartido y regido aquella tierra; fue a Guatimala con su residencia y torno a casa. Tuvo por hijos a don Juan de Montejo que caso con doña Isabel, natural de Salamanca, y a doña Beatriz de Montejo (que caso con) su tio primo hermano de su padre, y a doña Francisca de Montejo que caso con don Carlos de Avellano, natural de Guadalaxara. Murio de larga enfermedad despues de averlos visto a todos casados.
§ XVI.—Manière d’être des villes du Yucatan. Cédule royale en faveur des indigènes. Mort de l’adelantado. Postérité de son fils Francisco Montejo.
Avant que les Espagnols eussent conquis ce pays, les indigènes vivaient réunis en communauté avec beaucoup d’ordre[88]. La campagne était extrêmement bien cultivée et nettoyée de mauvaises herbes, en même temps qu’elle était plantée d’arbres productifs. Voici comment ils ordonnaient leurs habitations: au milieu de la localité se trouvaient les temples avec de belles places, et tout autour des temples étaient bâties les maisons des seigneurs et des prêtres, puis des gens les plus distingués par leur rang; de la même manière venaient après ceux-ci les plus riches et les plus estimés, et aux extrémités de la ville étaient les maisons de la basse classe. Les puits, qui étaient peu nombreux, se trouvaient près des maisons des seigneurs; ils avaient leurs héritages plantés d’arbres à vin et semés de coton, de piment et de maïs. Ils vivaient ainsi réunis par crainte de leurs ennemis, qui les faisaient captifs, et ce n’est qu’au temps des guerres avec les Espagnols qu’ils se dispersèrent dans les bois.
Entraînés par leurs coutumes vicieuses ou par les mauvais traitements qu’ils recevaient des Espagnols, les Indiens de Valladolid se conjurèrent contre eux, au temps où ils se partagèrent pour aller recouvrer les tributs: en un seul jour ils tuèrent dix-sept Espagnols et des gens de leur service quatre cents furent mis à mort ou blessés[89]. Cela fait, ils envoyèrent par toute la contrée des bras et des jambes, annonçant ce qu’ils avaient fait, afin d’exciter les autres indigènes à se soulever; mais ceux-ci ne répondirent point à cet appel, et ainsi l’adelantado put porter secours aux Espagnols de Valladolid et châtier les Indiens.
Il eut à lutter également avec ceux de Mérida. Mais ce qui troubla particulièrement son repos, ce fut la cédule de l’empereur qui enlevait les Indiens à tous les gouverneurs. Il vint au Yucatan un commissaire qui ôta à l’adelantado ses Indiens et les mit sous la tutèle royale, après quoi on lui demanda compte de son administration à l’Audience royale de Mexico, qui le renvoya au Conseil royal des Indes en Espagne, où il alla mourir, plein de jours et de travaux, laissant dans le Yucatan sa femme doña Beatrix, plus riche que lui, son fils don Francisco de Montejo, marié dans le pays, et sa fille doña Catalina, mariée au licencié Alonso Maldonado, président des Audiences de Honduras et de Santo-Domingo, dans l’Ile Espagnole, ainsi que don Juan de Montejo, Espagnol, et don Diego, métis qu’il avait eu d’une Indienne.
Quant à don Francico, après qu’il eut remis le gouvernement à l’adelantado, son père, il vécut dans sa maison en simple particulier, au moins quant aux choses de la politique, bien qu’il continuât à être respecté de tous pour avoir conquis, partagé et gouverné cette contrée; il alla toutefois à Guatemala pour rendre compte de son administration, et revint ensuite chez lui. Ses enfants furent don Juan de Montejo, qui épousa doña Isabel, native de Salamanca, doña Beatrix de Montejo, qui se maria avec son oncle, frère cadet de son père, et doña Francisca de Montejo, qui devint l’épouse de don Carlos de Avellano, natif de Guadalaxara. Il mourut à la suite d’une longue maladie, après les avoir vus tous mariés.
§ XVII.—Los frayles Franciscanos vienen á Yucatan. Toman la defensa de los naturales. Odio de los españoles contra ellos.
Que fray Jacobo de Testera franciscano passo a Yucatan y començo de doctrinar a los hijos de los indios y que los soldados españoles se quisieron servir de los moços tanto que no les quedava tiempo para aprender la doctrina, y que por otra parte disgustaron a los frayles quando los reprehendian de lo que hazian mal contra los indios, y que por esto fray Jacobo se torno a Mexico donde murio, y que despues fray Toribio Motolinia embio desde Guatimala frayles, y que de Mexico fray Martin de Hoja Castro embio mas frayles y que todos tomaron assiento en Campeche y Merida con favor del Adelantado y de su hijo don Francisco. Los quales les edificaron un monesterio en Merida, como esta dicho, y que procuraron saber la lengua, lo qual era muy dificultosa. El que mas supo fue fray Luis de Villalpando que començo a saberla por señas y pedrezuelas y la reduxo a alguna manera de arte y escrivio una doctrina christiana de aquella lengua, aunque avia muchos estorbos de parte de los españoles que eran absolutos señores y querian que se hiziesse todo endereçado a su ganancia y tributos, y de parte de los indios que procuravan estarse en sus idolatrias y borracheras, principalmente era gran trabajo estar los indios tan derramados por los montes.
Que los españoles tomavan pesar de ver que los frayles hiziessen monesterios, y ahuyentavan los hijos de los indios de sus repartimientos para que no viniessen a la doctrina, y quemaron el monesterio de Valladolid dos vezes con su yglesia que era de madera y paja, tanto que fue necessario irse los frayles a vivir entre los indios, y que quando se alçaron los indios de aquella provincia escrivieron al visorey don Antonio que se avian alçado por amor de los frayles, y que el virey hizo diligencia y averiguo que al tiempo que se alçaron, aun no eran llagados los frayles a aquella provincia, y que velavan de noche a los frayles en escandalo de los indios y hazian inquisicion de sus vidas y les quitavan las limosnas.
Que los frayles viendo este peligro embiaron al muy singular juez Cerrato, presidente de Guatymala, un religioso que le diesse cuenta de lo que passava; el qual vista la desorden y mala christiandad de los españoles, porque llevavan los tributos absolutamente quantos podian sin orden del rey, y mas el servicio personal en todo genero de trabajo hasta alquilarlos a llevar cargas, proveyo de cierta tassacion harta larga, aunque passadera en que señalava que cosas eran del indio, despues de pagado el tributo a su encomendero, y que no fuesse todo absolutamente del español, y que suplicaron de esto, y que con temor de la tassa sacavan a los indios mas que hasta alli, y que los frayles tornaron a la audiencia, y embiaron a España, y hizieron tanto que la audiencia de Guatimala embio un oidor el qual tasso la tierra, y quito el servicio personal, y hizo casar a algunos, quitandoles las casas que tenian llenas de mugeres. Este fue el licenciado Thomas Lopez natural de Tendilla, y que esto causo que aboresciessen mucho mas a los frayles, haziendoles libellos infamatorios, y cessando de oir sus missas.
Que este aborecimiento causo que los indios estuviessen muy bien con los frayles, considerando los trabajos que tomavan sin interesse ninguno, y que les causaron libertad, tanto que ninguna cosa hazian sin dar parte a los frayles, y tomar su consejo, y esto dio causa para que los españoles con embidia que los frayles avian hecho esto por governar las Indias y gozar de lo que a ellos se avia quitado.
§ XVII.—Les franciscains s’établissent dans le Yucatan. Ils prennent la défense des indigènes. Haine des Espagnols pour les moines.
Frère Jacques de Testera, franciscain, étant venu au Yucatan, commença à enseigner les fils des Indiens; mais les soldats espagnols soumettaient ces jeunes garçons à un si long service, qu’il ne leur restait plus de temps pour apprendre la doctrine. D’un autre côté, ils donnaient toutes sortes de dégoûts aux religieux, lorsque ceux-ci venaient à les reprendre du mal qu’ils faisaient aux indigènes; c’est pourquoi frère Jacques retourna à Mexico où il mourut[90]. Après cela, frère Torribio Motolinia envoya des moines de Guatémala, et de Mexico frère Martin de Hojacastro dépêcha davantage de religieux qui tous s’établirent à Campêche et à Mérida, sous la protection de l’adelantado et de son fils don Francisco. Ceux-ci leur bâtirent un monastère à Mérida, ainsi qu’on l’a dit, et les religieux travaillèrent à apprendre la langue du pays, qui était fort difficile. Celui qui la sut le mieux fut frère Luis de Villalpando qui commença à l’apprendre avec des signes et des petites pierres[91]; il la coordonna en une sorte de grammaire et écrivit un catéchisme de la doctrine chrétienne[92] dans cette langue, bien qu’il rencontrât beaucoup d’obstacles de la part des Espagnols qui étaient les maîtres absolus de la contrée, et qui ne voulaient autre chose que ce qui favorisait leurs intérêts. Les Indiens, de leur côté, ne cherchaient qu’à demeurer dans leur idolâtrie et leurs festins, et le travail était d’autant plus grand à leur égard, qu’ils étaient plus disséminés dans les bois.
Les Espagnols voyaient, d’ailleurs, avec chagrin que les religieux s’occupassent à construire des monastères: ils chassaient les fils des Indiens de leurs domaines, afin de les empêcher de se rendre au catéchisme, et ils brûlèrent deux fois le monastère de Valladolid avec son église, qui était de bois, couverte en paille. Ce fut au point que les religieux se virent obligés de vivre parmi les Indiens, et que lorsque ceux de cette province se soulevèrent, les Espagnols écrivirent au vice-roi don Antonio, qu’ils s’étaient révoltés par amour pour les moines; mais le vice-roi s’étant enquis des faits, vérifia qu’à l’époque où eut lieu ce soulèvement, les religieux n’étaient pas encore arrivés dans ce département. On alla jusqu’à surveiller ces derniers durant la nuit, au grand scandale des Indiens, et à s’enquérir de leur vie privée, leur ôtant les aumônes qu’ils avaient reçues.
Les religieux considérant le danger, envoyèrent un des leurs à un juge singulièrement intègre, Cerrato, président de Guatémala, afin de lui rendre compte de ce qui se passait. Ce magistrat voyant le désordre et la conduite si peu chrétienne des Espagnols, qui levaient tous les tributs possibles contre la volonté du roi, aggravant le service personnel des Indiens de toutes les manières, jusqu’à les louer même comme des bêtes de somme, établit un tarif, élevé à la vérité, mais supportable; il faisait connaître ce à quoi l’Indien avait droit, après qu’il avait payé son tribut à son propriétaire, de manière à ce que l’Espagnol ne pût pas s’attribuer tout. Mais on interjeta appel à ce sujet; car par crainte de la taxe, les Espagnols obligèrent les Indiens à payer encore davantage qu’auparavant. Les religieux revinrent alors à la charge auprès de l’Audience et allèrent jusqu’en Espagne; ils firent si bien que l’Audience de Guatémala envoya un auditeur. Celui-ci établit un tarif et déchargea les Indiens du service personnel; il obligea quelques-uns des Espagnols à se marier, leur ôtant leurs maisons qui étaient remplies de femmes. Cet auditeur était le licencié Thomas Lopez, natif de Tendilla. Mais toutes ces choses leur firent concevoir une aversion bien plus grande encore pour les religieux, qu’ils outragèrent par des libelles diffamatoires, cessant même d’entendre leurs messes.
Cette haine fut cause précisément que les Indiens s’attachèrent aux religieux, en considérant les travaux qu’ils supportaient pour eux sans intérêt aucun, et conséquemment la liberté qu’ils en dérivèrent: aussi ne faisaient-ils rien sans prendre auparavant leur avis; ce qui fit dire aux Espagnols avec envie que les moines n’avaient agi de cette sorte que pour gouverner les Indes et jouir de ce dont ils avaient dépouillé leurs compatriotes.
§ XVIII.—Vicios de los indios. De como los frayles les enseñaron. Enseñanza de la lengua y letras. Castigo de algunos apostatas.
Que los vicios de los indios eran idolatrias, y repudios y boracheras publicas, y vender y comprar por esclavos, y que sobre apartarles destas cosas vinieron a aborecer a los frayles; pero que a parte de los españoles los que mas fatigaron a los religiosos, aunque encubiertamente fueron los sacerdotes, como gente que avia perdido su officio y los provechos del.
Que la manera que se tuvo para doctrinar los indios fue recoger los hijos pequeños de los señores, y gente mas principal, y que los ponian en torno de los monesterios en casas que cada pueblo hazia para los suyos donde estavan todos juntos los de cada lugar, y que sus padres y parientes les trayan de comer, y que con estos niños se recogian los que venian a la doctrina, y que con esta frequentacion pidieron muchos el baptismo con mucha devocion, y que estos niños despues de enseñados tenian cuydado de avisar a los frayles de las idolatrias y boracheras, y que rompian los idolos, aunque fuessen de sus padres, y exhortavan a las repudiadas y a los huerphanos si los hazian esclavos que se quexassen a los frayles, y aunque fueron amenazados de los suyos, no por esto cessavan, antes respondian que les hazian onra, pues era por el bien de sus almas, y que el Adelantado y los juezes del rey siempre andado fiscales a los frayles para recoger los indios a la doctrina, y para castigar a los que se tomavan a la vida passada, y que al principio davan los señores de mala gana sus hijos, pensando que los querian hazer esclavos como avian hecho los españoles, y que por esta causa davan machos esclavillos en lugar de sus hijos, mas como entendieron el negocio, los davan de buena gana. Que desta manera aprovecharon tanto los moços en las escuelas y la otra gente en la doctrina, que era cosa admirable.
Que aprendieron leer y escrivir en la lengua de los indios, la qual se reduxo tanto a arte que se estudiava como la latina y se hallo que no usavan de seis letras nuestras que son D, F, G, Q, R, S, que para cosa ninguna las han menester; pero tienen necesidad de doblar otras y añadir otras para entender las muchas significaciones de algunos vocablos, porque pa quiere dezir abrir, y ppa, apretando mucho los labios quiere dezir quebrar; y tan es cal, o ceniza, y tan dicho rezio entre la lengua y los dientes altos, quiere dezir palabra o hablar, y assi en otras diciones. Y puesto que ellos para estas cosas tenian diferentes caratheres, no fue menester inventar nuevas figuras de letras sino aprovecharse de las latinas porque fuesse comun a todos.
Dioseles tambien orden para que dexassen los assientos que tenian en los montes, y se juntassen como antes en buenas poblaciones, para que mas facilmente fuessen enseñados, y no tuviessen tanto trabajo los religiosos, para cuya sustentacion les hazian limosnas las pascuas y otras fiestas, y hazian limosnas a las yglesias por medio de dos indios ancianos, nombrados para esto, con lo qual davan lo necessario a los frayles quando andavan visitando entre ellos, y tambien adereçavan las iglesias de ornamentos.
Que estando esta gente instruidos en la religion y los moços aprovechados como diximos, fueron pervertidos por los sacerdotes que en su idolatria tenian, y por los señores, y tornaron a idolatrar y hazer sacrificios no solo de saumerios sino de sangre humana, sobre lo qual los frayles hizieron inquisicion y pidieron ayuda al alcalde mayor y prendieron muchos y les hizieron processos y se celebro un auto en que pusieron muchos en cadahalço, encoroçados, y açotados y trasquilados, y algunos ensanbenitados por algun tiempo, y que algunos de tristeza, engañados del demonio se ahorcaron, y que en comun mostraron todos mucho repentimiento y voluntad de ser buenos christianos.
§ XVIII.—Défauts des Indiens. Manière dont les instruisirent les religieux. Enseignement de la langue et des lettres. Châtiments infligés à quelques apostats.
Les principaux vices des Indiens étaient l’idolâtrie, la répudiation, les orgies où ils s’enivraient publiquement, l’usage où ils étaient de vendre et d’acheter des esclaves; de là vint qu’ils commencèrent à haïr les religieux, lorsque ceux-ci travaillèrent à les en détourner. Mais en dehors des Espagnols, ceux qui donnèrent le plus de désagrément aux religieux, quoique en cachette, ce furent les prêtres, ce qui était assez naturel, puisqu’ils avaient perdu leur office et les profits qui leur en revenaient.
La manière que l’on adopta pour enseigner la doctrine aux Indiens fut de réunir les petits enfants des chefs avec ceux des principaux de l’endroit, en les faisant placer autour du monastère ou de la maison qu’en chaque localité on préparait à cet effet: ils étaient là tous ensemble, et leurs parents leur apportaient à manger. A ces enfants se joignaient ceux qui venaient au catéchisme, et il arriva fréquemment à un grand nombre d’entre eux de demander le baptême avec une grande dévotion: ces enfants une fois instruits avaient soin d’avertir les religieux des actes d’idolâtrie et des orgies qui se commettaient; ils brisaient les idoles, encore même qu’elles appartinssent à leurs pères. Ils engageaient les femmes qui avaient été répudiées, ainsi que les orphelins qu’on réduisait en esclavage, à porter leurs plaintes aux moines, et sans craindre les menaces que leur adressaient leurs parents, ils leur répondaient sans s’arrêter qu’ils leur faisaient honneur, en s’occupant du bien de leurs âmes. L’adelantado et les juges du roi prêtaient constamment main forte aux religieux pour réunir les Indiens au catéchisme, comme pour châtier ceux qui retournaient à leur vie passée. Les chefs, dans les commencements, donnaient leurs enfants de mauvaise volonté, s’imaginant que c’était pour en faire des esclaves, ainsi que les Espagnols l’avaient fait: aussi envoyaient-ils fréquemment leurs jeunes serviteurs au lieu de leurs fils; mais lorsqu’ils eurent compris de quoi il était question, ils les laissèrent aller de bon cœur. C’est ainsi que les jeunes gens profitèrent si bien dans les écoles et le reste du peuple au catéchisme; aussi était-ce une chose admirable.
On apprit à lire et à écrire la langue des Indiens, de telle façon qu’on la réduisit en forme de grammaire qu’on étudiait comme la latine[93]. Il se trouva ainsi qu’ils n’usaient pas de six de nos lettres qui sont: D, F, G, Q, R, S, dont ils n’ont aucun besoin; mais ils sont obligés d’en doubler d’autres, comme aussi d’en ajouter, afin d’entendre les significations variées de certains mots; parce que pa veut dire ouvrir, et ppa, en serrant beaucoup les lèvres, signifie briser; tan est la chaux et la cendre, et tan, prononcé avec force entre la langue et les dents de la mâchoire supérieure[94], veut dire parole ou parler, et ainsi des autres. Ayant admis, d’ailleurs, qu’ils avaient pour ces choses des caractères différents, il n’y eut aucune nécessité d’inventer de nouvelles figures de lettres, mais bien de profiter des lettres latines, afin que l’usage en fût commun à tous[95].
On travailla en même temps à ce que les Indiens laissassent les habitations qu’ils avaient dans les bois et qu’ils se réunissent comme auparavant dans de bonnes bourgades: c’était le moyen de les instruire avec plus de commodité, et de donner moins de peine aux religieux. Pour sustenter ces derniers, ils faisaient des aumônes aux trois fêtes principales[96] et aux autres fêtes: les aumônes pour les églises étaient recueillies par deux Indiens d’un âge respectable, nommés à cet effet, et de cette façon ils fournissaient de quoi vivre aux religieux, lorsque ceux-ci allaient les visiter, comme aussi de quoi pourvoir aux ornements des églises.
Mais les Indiens, après avoir été instruits dans la religion, et les jeunes garçons, après avoir reçu l’enseignement dont nous avons parlé plus haut, furent pervertis par les prêtres qu’ils avaient au temps de leur idolâtrie, ainsi que par les chefs; ils recommencèrent alors à adorer les idoles et à leur offrir des sacrifices, non-seulement d’encens, mais encore de sang humain. En conséquence, les religieux firent une enquête, demandant l’aide de l’alcalde mayor: ils en emprisonnèrent un grand nombre auxquels ils firent le procès, après quoi eut lieu l’exposition publique, où plusieurs parurent sur l’échafaud, coiffés avec le bonnet de l’inquisition, battus de verges et tondus, et d’autres revêtus du san-benito pour un certain temps. Mais il y en eut qui, entraînés par le démon, se pendirent de douleur; en général, néanmoins, ils montrèrent beaucoup de repentir et de volonté de devenir de bons chrétiens[97].
§ XIX.—Llegada del obispo Toral: suelta a los indios presos. El provincial de San Francisco va a España para justificarse.
Que en esta sazon llego a Campeche fray Francisco Toral, frayle franciscano, natural de Ubeda, que avia estado XX años en lo de Mexico, y venia por obispo de Yucatan, el qual por las informaciones de los españoles, y por las quexas de los indios, deshizo lo que los frayles tenian hecho, y mando soltar los presos y que sobre esto se agravio el provincial y determino ir a España, quexandose primero en Mexico, y que assi vino a Madrid, donde los del consejo de Indias le afearon mucho que uviesse usurpado el oficio de obispo, y inquisidor, para descargo de lo qual alegava la facultad que su orden tenia para en aquellas partes concedida por el papa Adriano, a instancia del emperador, y el auxilio que la Audiencia real de las Indias le mando dar conforme a como se dava a los obispos; y que los del consejo se enojaron mas por estas desculpas, y acordaron de remitirle a el y a sus papeles y a los que el obispo avia embiado contra las frayles a fray Pedro de Bovadilla, provincial de Castilla, a quien el rey escrivio, mandandole que los viesse y hiziesse justicia y que este fray Pedro, por estar enfermo, cometio el examen destos processos a fray Pedro de Guzman de su orden, hombre docto y esperimentado en cosas de inquisicion, y se presentaron los pareceres de siete personas doctas del reyno de Toledo que fueron el D. fray Francisco de Medina y fray Francisco Dorantes de la orden de St Francisco, y el maestro fray Alonzo de la Cruz, frayle de St Augustin, quien avia estado XXX años en las Indias, y el licenciado Thomas Lopez, que fue oidor en Guatimala en el Nuevo Reyno, y fue Juez en Yucatan, y el D. Hurtado cathedratico de canones, y el D. Mendez, cathedratico de santa Escritura, y el D. Martinez, cathedratico de Scoto en Alcala, los quales dixeron que el provincial hizo justamente el auto y las otras cosas en castigo de los indios. Lo qual visto por fray Francisco de Guzman, escrivio largamente sobre ello al provincial fray Pedro de Bovadilla.
Que los indios de Yucatan merecen que el rey les favoresca por muchas cosas y por la voluntad que mostraron a su servicio. Estando necessitado en Flandes embio la princesa doña Juana su hermana, que entonces era governadora del reyno, una cedula pidiendo ayuda a los de las Indias, la qual llevo a Yucatan un oidor de Guatimala y para esto junto los señores y ordeno que un frayle les predicasse lo que devian a su magestad, y lo que entonces les pedia, y que concluyda la platica, se levantaron dos indios en pie y respondieron que bien sabian lo que eran obligados a Dios por aver les dado tan noble y christianissimo rey, y que les pesava no vivir en parte donde le pudieron servir con sus personas, por tanto que viesse lo que de su pobreza queria que le servirian con ello y que si no bastasse, que venderian sus hijos y mugeres.
§ XIX.—Arrivée de l’évêque Torral; il délivre les Indiens emprisonnés. Le provincial des franciscains se rend en Espagne pour se justifier.
En ce temps-là arriva à Campêche frère Francisco Toral, religieux franciscain, natif d’Ubeda, qui avait été durant vingt ans employé au Mexique, et qui venait actuellement comme évêque du Yucatan. Ce prélat, sur les informations des Espagnols et les plaintes des Indiens, détruisit ce que les moines avaient fait, commandant de mettre en liberté les prisonniers. Le provincial, qui se crut offensé, résolut d’aller en Espagne, après avoir d’abord porté ses plaintes à Mexico. Il arriva à Madrid où les membres du conseil des Indes l’accueillirent fort mal, pour avoir usurpé l’office d’évêque et d’inquisiteur. Il allégua pour sa décharge les facultés que son ordre avait reçues, pour ces contrées, du pape Adrien, sur les instances de l’empereur, et le secours que le conseil royal des Indes lui avait fait donner d’après ce qui se faisait avec les évêques; mais les membres du conseil éprouvèrent encore plus d’irritation de ces excuses: ils résolurent de le remettre lui, avec ses papiers et ceux que l’évêque avait envoyés contre les religieux, à frère Simon de Bovadilla, provincial de Castille, à qui le roi écrivit, lui donnant ordre d’examiner l’affaire et de faire justice. Mais frère Pedro étant malade confia l’examen de cette procédure à frère Pedro de Guzman, de son ordre, homme docte et expérimenté dans les choses d’inquisition. A la suite de cela il y eut sept avis différents donnés par des hommes de science du royaume de Tolède, qui furent frère Francisco de Medina et frère Francisco Dorantes, de l’ordre de Saint-François; le maître frère Alonzo de la Cruz, moine de Saint-Augustin, qui avait passé trente ans dans les Indes; le licencié Thomas Lopez, qui avait été auditeur à Guatémala et dans le Nouveau Royaume[98], et juge au Yucatan; le D. Hurtado, professeur de droit canon; le D. Mendez, professeur d’Écriture sainte, et le D. Martinez, professeur de philosophie scolastique[99] à Alcala: or tous ensemble déclarèrent que le provincial avait agi justement à l’occasion de l’auto-da-fé et des autres choses en châtiment de l’apostasie des Indiens. Ce qu’ayant vu frère Francisco de Guzman, il en écrivit longuement au provincial frère Pedro de Bovadilla.
Les Indiens du Yucatan méritent que le roi leur fasse quelque faveur pour bien des raisons et pour la bonne volonté qu’ils ont montrée pour son service, durant les besoins qu’il éprouva en Flandre; car ce fut alors que la princesse doña Juana, sa sœur, qui était régente du royaume, expédia une cédule, demandant de l’aide aux habitants des Indes; un auditeur de Guatémala la porta au Yucatan et réunit à cet effet les chefs du pays, commandant à un religieux de les prêcher sur ce qu’ils devaient à Sa Majesté et ce qu’il leur demandait pour le moment. A la fin du sermon, deux Indiens se levèrent et répondirent qu’ils savaient fort bien ce qu’ils devaient à Dieu pour leur avoir donné un roi si noble et si chrétien, et qu’ils regrettaient de n’être point là où ils auraient pu le servir de leurs personnes; que néanmoins il voulût bien voir en quoi le peu qu’ils possédaient pouvait lui être utile, et que si cela ne lui suffisait point, ils vendraient jusqu’à leurs fils et leurs femmes[100].
§ XX.—Manera de las casas en Yucatan. Obediencia y respete de los indios á sus señores. Modo de ornar sus cabezas y de llevar sus vestidos.
Que la manera de hazer las casas era cubrirlas de paja que tienen muy buena y mucha, o con hojas de palma que es propia para esto y que tenian muy grandes corrientes para que no se lluevan, y que despues echan una pared por medio al largo que divide toda la casa, y que en esta pared dexan algunas puertas para la mitad que llaman las espaldas de la casa, donde tienen sus camas, y que la otra mitad blanquean de muy gentil encalado, y que los señores las tienen pintadas de muchas galanterias y que esta mitad es el recebimiento y aposento de los guespedes, y que esta pieça no tiene puerta, sino toda abierta conforme al largo de la casa, y baxa mucho la corriente delantera por temor de los soles y aguas, y dizen que tambien para enseñorearse de los enemigos de la parte de dentro en tiempo de necessitad. Y que el pueblo menudo hazia a su costa las casas de los señores, y que con no tener mas puertas, tenian por grave delicto de hazer mal a casas agenas. Tenian una portezilla atras para el servicio necessario y que tienen unas camas de varillas, y en cima una serilla donde duermen, cubiertas de sus mantas de algodon: en verano duermen comunmente en los encalados con una de aquellas serillas, especialmente los hombres. Allende de la casa hazian todo el pueblo a los señores sus sementeras, y se las beneficiavan y cogian en cantidad que le bastava a el y a su casa, y quando avia caças o pescas, o era tiempo de traer sal siempre davan parte al señor, por que estas cosas siempre las hazian de comunidad.
Si moria el señor, aunque le succediesse el hijo mayor, eran siempre los demas hijos muy acatados, y ayudados y tenidos por señores. A las demas principales inferiores del señor ayudavan en todas estas cosas, conforme a quien eran, o al favor que el señor les dava. Los sacerdotes vivian de sus officios y offrendas. Los señores regian el pueblo, concertando los litigios, ordenando y concertando las cosas de sus republicas, lo qual todo hazian por manos de los mas principales que eran muy obedecidos y estimados, especial la gente rica, a quien visitavan y tenian palacio en sus casas donde concertavan las cosas, y negocios principalmente de noche, y si los señores se salian del pueblo, llevavan mucha compañia, y lo mesmo quando salian de sus casas.
Que los indios de Yucatan son bien dispuestos y altos y rezios y de muchas fuerças y comunmente todos estevados, porque en su niñez, quando las madres los llevan de una parte a otra, van ahorcajados en los quadriles. Tenian por gala ser vizcos lo qual hazian por arte las madres, colgandoles del pelo un pegotillo que les llegava al medio de las sejas desde niños, y alcançando los ojos, siempre como les andava alli jugando venian a quedar vizcos; y que tenian las cabeças y frentes llanas, hecho tambien de sus madres por industria desde niños y que trayan las orejas horadadas para çarcillos y muy harpadas de los sacrificios. No criavan barbas, y dezian que les quemavan los rostros sus madres con paños calientes, siendo niños, por que no les naciessen, y que agora crian barbas aunque muy asperas como cerdas de tocines.
Que criavan cabello como las mugeres; por lo alto quemavan como una buena corona, y que assi crecia lo de abaxo mucho, y lo de la corona quedava corto, y que lo entrençavan y hazian una guirnalda de ello entorno de la cabeça, dexando la colilla atras como borlas.
Que todos los nombres usavan espejos y no las mugeres y que para llamarse cornudos, dezian que su muger le avia puesto el espejo en el cabello sobrando del colodrillo.
Que se vañavan mucho, no curando de cubrirse de las mugeres, sino quando podia cubrir la mano. Que eran amigos de buenos olores y que por esto usan de ramilletes de flores y yervas olorosas, muy curiosos y labrados; que usavan pintarse de colorado el rostro y cuerpo y les parecia muy mal, pero tenian lo por gran gala.
Que su vestido era un liston de una mano en ancho que les servia de bragas y calças, y que se davan con el algunas vueltas por la cintura, de manera que el un cabo colgava delante y el otro detras, y que estos cabos los hazian sus mugeres con curiosidad y labores de pluma, y que traian mantas largas y quadradas, y las atavan en los ombros, y que traian sandalias de cañamo o cuero de venado por curtir seco, y no usavan otro vestido.
§ XX.—Habitations des Mayas. Leur soumission à leurs princes. Ornements de tête et vêtements.
La manière de bâtir les maisons dans le Yucatan était de les couvrir avec de la paille, et ils en avaient de fort bonne et abondamment, ou avec des feuilles de palmier, tout à fait propres à cet usage; ils en élevaient le toit, lui donnant une pente considérable, de manière à ce que les eaux de la pluie n’y pussent pénétrer. Ils élevaient ensuite un mur au milieu, partageant la maison dans sa longueur, laissant dans ce mur quelques portes pour communiquer avec la partie qu’ils appelaient les derrières de la maison, où ils avaient leurs lits; l’autre moitié était blanchie à la chaux avec beaucoup de soin. Chez les seigneurs, ces murs étaient recouverts de peintures agréables; c’était dans cette partie qu’on recevait les hôtes et qu’on les logeait. Cette pièce n’avait point de portes; mais elle était ouverte tout le long de la maison, le toit descendant fort bas, afin que l’on y fût à l’abri du soleil et de l’eau[101]. On dit aussi que c’était pour se rendre maître de l’ennemi intérieur, en temps de nécessité[102]. Le menu peuple bâtissait à ses frais les maisons des grands, et comme elles n’avaient point de portes, on regardait comme un grave délit de faire le moindre tort aux maisons d’autrui. Elles avaient toutefois, par derrière, une petite porte pour le service des communs. Pour dormir, ils avaient des bois de lit faits en treillis de cannes, tapissées de nattes, et ils s’y étendaient recouverts de leurs étoffes de coton. Durant l’été, ils dorment d’ordinaire sur le devant, étendus sur leurs nattes, les hommes principalement. Non loin de la maison, la population réunie préparait les champs du seigneur: elle en prenait soin et moissonnait ce qui lui était nécessaire pour lui et sa famille; lorsqu’il y avait du gibier ou du poisson, ou bien au temps où l’on apportait le sel, on faisait toujours la part du seigneur, toutes ces choses étant du ressort de la communauté.
Si le seigneur venait à mourir, bien que ce fût l’aîné qui lui succédait, les autres n’en étaient pas moins aimés, secourus ou regardés comme des seigneurs eux-mêmes. Quant aux autres chefs d’un rang inférieur, on leur fournissait également tout ce qui pouvait leur être nécessaire, chacun selon sa qualité et la faveur dont ils jouissaient près du seigneur. Les prêtres vivaient de leurs offices et des offrandes. Les seigneurs gouvernaient la ville ou la bourgade, arrangeant les procès, ordonnant et concertant les choses de leurs communautés par l’intermédiaire des principaux chefs, à qui l’on témoignait beaucoup d’obéissance et de respect, surtout s’ils étaient riches. On les visitait chez eux et on leur faisait la cour dans leurs maisons; on s’y réunissait pour agiter les questions importantes, ce qui ordinairement avait lieu la nuit. Si les seigneurs sortaient de la résidence, ils emmenaient à leur suite beaucoup de monde, et il en était de même lorsqu’ils sortaient de leurs maisons.
Les Indiens du Yucatan sont une race bien faite et de haute stature, vifs et très-forts, mais généralement cagneux; car, dans leur enfance, lorsque leurs mères les portent d’un endroit à l’autre, elles les portent à califourchon sur les hanches. Ils regardaient comme une marque de beauté d’être louches; aussi leurs mères leur donnaient-elles artificiellement ce défaut en leur suspendant dès leur enfance aux cheveux une petite emplâtre de poix qui leur descendait au milieu des sourcils jusqu’à toucher les yeux; et comme cette emplâtre s’y balançait constamment, ils en arrivaient à rester louches. Ils portaient la tête et le front aplatis, ce qui était également l’ouvrage de leurs mères: tout petits on leur perçait les oreilles pour y placer des pendants, et elles étaient généralement fort scarifiées à cause des sacrifices[103]. Ils n’avaient point de barbe: ils disaient que leurs mères leur brûlaient le visage avec des linges chauds dans leur enfance, afin d’en empêcher la croissance; mais maintenant ils en ont, quoique les poils soient aussi rudes que des soies de sanglier.
Ils portaient les cheveux longs comme les femmes; au sommet ils se brûlaient comme une grande tonsure, laissant croître la chevelure tout autour, tandis que les cheveux de la tonsure restaient courts; ils les tressaient en guirlande autour de la tête, à l’exception d’une petite queue qui tombait en arrière comme une houppe.
Tous les hommes se servaient de miroirs, tandis que les femmes n’en avaient point; aussi, pour parler de ceux qui étaient cocus, disait-on d’eux que leurs femmes leur avaient mis le miroir dans les cheveux au-dessus de l’occiput.
Ils se baignaient fréquemment, sans se mettre en peine de couvrir leur nudité devant les femmes, si ce n’est en y portant la main. Ils étaient amateurs de parfums; aussi ont-ils l’usage des bouquets de fleurs ou d’herbes odoriférantes, arrangés avec beaucoup d’art. La coutume existait également chez eux de se peindre le corps et le visage en rouge, bien qu’elle leur parût mauvaise, mais cela passait pour très-gracieux.
Leur vêtement était une ceinture de la largeur de la main qui leur servait de braies et de haut-de-chausses; ils s’en enveloppaient plusieurs fois les reins, de manière à ce qu’il en tombât un bout par devant et un autre par derrière. Ces bouts étaient travaillés avec beaucoup de soin par leurs femmes, qui les ornaient de broderies et d’ouvrages de plumes; par là-dessus, ils portaient des manteaux amples et carrés, qu’ils se nouaient sur les épaules; ils avaient des sandales de chanvre ou de cuir de bêtes fauves tanné à sec, et n’usaient point d’autres vêtements[104].
§ XXI.—Mantenimientos y comidas de los indios de Yucatan.
Que el mantenimiento principal es maiz del qual hazen diversos manjares y bevidas, y aun bevido como lo beven, les sirve de comida y bevida; y que las indias echan el maiz a remojar una noche antes en cal y agua, y que a la mañana esta blando y medio cozido, y desta manera se le quita el hollejo y peçon, y que lo muelen en piedras, y que de lo medio molido dan a los trabajadores y caminantes, y navegantes grandes pelotas y cargas; y que dura con solo azedarse algunos meses, y que de aquello toman una pella y deslianlo en un vaso de la caxcara de una fruta que cria un arbol, con el qual les proveio Dios de vasos, y que se beven aquella substancia y se comen lo demas, y que es sabroso y de gran mantenimiento, y que de lo mas molido sacan leche y la coajan al fuego, y hazen como poleadas para las mañanas, y que lo beven caliente y que sobre lo que sobra de las mañanas echan agua para bever entre dia, porque no acostumbran bever agua solo. Que tambien lo tuestan y muelan y deslian en agua que es muy fresca bevida, echandole un poco de pimienta de Indias o cacao.
Que hazen del maiz y cacao molido una manera de espuma muy sabrosa con que celebran sus fiestas, y que sacan del cacao una grasa que parece mantequillas y que desto y del maiz hazen otra bevida sabrosa y estimada, y que hazen otra bevida de la substancia del maiz molido, assi crudo que es muy fresca y sabrosa. Que hazen pan de muchas maneras, bueno y sano, salvo que es malo de comer, quando esta frio, y assi passan las indias trabajo en lo hazer dos vezes al dia. Que no se ha podido acertar a hazer harina, que se amasse como la del trigo, y que si alguna vez se haze como pan de trigo, no vale nada.
Que hazen guisados de legumbres y carne de venados y aves monteses y domesticas que ay muchas, y de pescados que ay muchos, y que assi tienen buenos mantenimientos, principalemente despues que crian puercos y aves de Castilla.
Que por la mañana toman la bebida caliente con pimienta, como esta dicho y entre dia las otras frias, y a la noche los guisados. Y que si no ay carne hazen sus salsas de la pimienta y legumbres. Que no acostumbravan comer los hombres con las mugeres, y que ellos comian por si en el suelo, o quando mucho sobre una serilla por mesa: y que comen bien quando lo tienen, y quando no, sufren muy bien la hambre y passan con muy poco. Y que se lavan las manos y la boca despues de comer.
§ XXI.—Nourriture et repas des Indiens mayas.
Leur principale subsistance est le maïs, dont ils font des mets et des breuvages variés: en le buvant même à leur manière, cela leur sert à la fois de boire et de manger. Les Indiennes mettent la veille le maïs tremper durant une nuit dans de l’eau, mêlée de chaux; au matin, il se trouve ramolli et à moitié cuit, et elles lui ôtent ainsi la peau et le germe. Elles le moudent ensuite sur une pierre, et c’est lorsqu’il est à demi moulu qu’elles le donnent aux ouvriers, aux voyageurs et aux navigateurs sous forme de grandes pelotes: ceux-ci les emportent et elles leur durent plusieurs mois, sans autre détérioration que de s’aigrir. Lorsqu’ils veulent s’en servir, ils en prennent une poignée qu’ils délayent avec de l’eau dans un vase formé de l’écorce du fruit d’un arbre que Dieu leur a donné, les pourvoyant ainsi de vases naturels: ils y boivent cette substance et mangent le reste, ce qui leur fait une nourriture savoureuse et qui les soutient à merveille. De la portion moulue entièrement, ils tirent du lait qu’ils épaississent au feu et dont ils font une sorte de bouillie pour le matin: ils la boivent chaude, et sur ce qui reste du matin ils jettent de l’eau pour le boire durant le jour; car ils ne sont pas accoutumés à boire de l’eau seule. Ils font griller aussi du maïs et le moudent ensuite, le délayant dans de l’eau, ce qui fait une boisson fort fraîche, en y mêlant un peu de piment des Indes ou de cacao[105].
Ils font encore du maïs et du cacao, réduits en poudre, une sorte de boisson écumante fort savoureuse[106]: c’est avec cela qu’ils célèbrent leurs fêtes. Ils retirent du cacao une graisse qui ressemble à du beurre, et de cette graisse mêlée avec du maïs composent un autre breuvage savoureux et fort estimé. Ils font également une boisson de la substance du maïs moulu et cru, qui est fort rafraîchissante et agréable. Ils font du pain de différentes manières bon et salubre, sauf qu’il est indigeste lorsqu’on le mange froid; aussi les Indiennes passent-elles beaucoup de temps au travail afin d’en faire plusieurs fois le jour. On n’a pu réussir encore à en faire de la farine qu’on puisse pétrir comme celle du froment, et ce qu’on a essayé d’en faire en guise de pain de froment ne valait rien.
Ils préparent des ragoûts de légumes et de gibier, gros et menu, d’oiseaux sauvages et domestiques, qu’ils ont en grand nombre; aussi ont-ils de cette façon de fort bonnes provisions de bouche, surtout depuis qu’ils ont commencé à élever la volaille et les porcs de Castille.
Au matin, ils prennent leur boisson chaude au piment, ainsi qu’on l’a fait voir; de jour, ils boivent les autres froides et mangent les ragoûts la nuit: à défaut de viande, ils composent des sauces de piments et de légumes. Les hommes n’avaient pas la coutume de manger avec les femmes: ils prenaient leurs repas seuls, sur le sol ou bien sur une natte qui leur servait de table. Ils sont de fort bon appétit, quand ils ont de quoi se satisfaire; sinon, ils souffrent très-patiemment la faim et font avec peu. En finissant de manger, ils se lavent les mains et la bouche.
§ XXII.—Como estos indios se labravan el cuerpo. Sus borracheras, vino, banquetes. Farsantes, musica y bailes.
Labravanse los cuerpos y quanto mas, tanto mas valientes y bravosos se tenian, porque el labrarse era gran tormento que era desta manera. Los oficiales dello labravan la parte que querian con tinta, y despues sejavanle delicadamente las pinturas, y assi con la sangre y tinta quedavan en el cuerpo las señales, y que se labran poco a poco por el tormento grande, y tambien se ponen despues malos, porque se les enconavan los labores, y haziase materia, y que con todo esso se mofavan de los que no se labravan. Y que se precian muchos de ser requebrados y tener gracias y habilidades naturales, y que ya comen y beben como nosotros.
Que los indios eran muy dissolutos en bever y emboracharse, de que les seguian muchos males, como matarse unos a otros, violar las camas, pensando las pobres mugeres recebir a sus maridos, tambien con padres y madres como en casa de sus enemigos, y pegar fuego a sus casas, y que con todo esso se perdian por emboracharse; y que quando la borrachera era general, y de sacrificios contribuian todos para ello, porque quando era particular, hazia el gasto el que la hazia con ayuda de sus parientes. Y que hazen el vino de miel y agua, y cierta raiz de un arbol que para esto criavan con lo qual se hazia el vino fuerte y muy hediondo. Y que con vailes y regozijos comian sentados de dos en dos, o de quatro en quatro; y que despues de comido, sacavan los escancianos los quales no se solian emborachar, de unos grandes artezones de bever hasta que se hazian unos cimitaras, y que las mugeres tenian mucha cuenta de bolver sus maridos borachos a casa.
Que muchas vezes gastan en un banquete lo que en muchos dias mercadeando y trompeando ganavan; y que tienen dos maneras de hazer estas fiestas, la primera que es de los señores y gente principal, obliga a cada uno de los combidados a que hagan otro tal combite, y que dava á cada uno de los combidados una ave assada y pan y bevida de cacao de abundancia, y que al fin del combite suelen dar a cada uno una manta para cubrirse y un banquillo y vaso mas galano que pueden. Y si se muere uno dellos es obligada a pagar el combite la casa o parientes del. La otra manera es entre parentelas, quando casan sus hijos o hazen memorias de las cosas de sus antepassados, y esta no obliga a restitucion, salvo que si ciento an combidado a un indio a una fiesta, assi a todos quando el haze fiesta o casa sus hijos combida. Y que sienten mucho la amistad y conservan la memoria aunque lejos unos de otros con estos combites, y que en estas fiestas les davan a bever mugeres hermosas las quales despues de dado el vaso volvian las espaldas al que lo tomava hasta vaciado el vaso.
Que los indios tienen recreaciones muy donosas y principalmente farsantes que represantan con mucho donayre tanto que estos alquilan los españoles para no mas que vean los chistes de las españoles que passan con sus moças, maridos o ellos proprios sobre el buen o mal servir, y despues lo representan con tanto artificio como curiosos españoles. Tienen atabales pequeños que tañen con la mano, y otro atabal de palo hueco de sonido pesado y triste; tañenlo con un palo larguillo puesto al cabo cierta leche de un arbol, y tienen trompetas largas y delgadas de palos huecos, y al cabo unas largas y tuertas calabaças. Y tienen otro instrumento de toda la tortuga entera con sus conchas, y sacada la carne, tañenlo con la palma de la mano, y es su sonido lugubre y triste.
Tienen chiflatos de cañas, de huessos de venado, y caracoles grandes y flautas de cañas, y con estos instrumentos hazen son a los vailantes, y tienen especialmente dos vailes muy de hombre y de ver. El uno es un juego de cañas y assi le llaman ellos Colomche que lo quiere dezir; para jugarlo se junta una gran rueda de vailadores con su musica que les haze son y por su compas salen dos de la rueda, el uno con un manojo de bohordos, y vaila con ellos en hiesto. El otro vaila en cuclillas, ambos con compas de la rueda, y el de los bohordos con toda su fuerça los tira al otro, el qual con gran destreza con un palo pequeño arebatelos. Acabado de tirar buelven con su compas a la rueda y salen otros hazer lo mismo.
Otro vaile ay en que vailan ocho cientos y mas y menos indios con banderas pequeñas con son y passo largo de guerra, entre los quales no ay uno que salga de compas. Y en sus vailes son pesados, porque todo el dia entero no cessan de vailar, porque les llevan ay de comer y bever. Los hombres no solian vailar con las mugeres.
§ XXII.—Tatouage des Yucatèques. Orgies, vin et banquets. Comédie, instruments de musique et ballets.
Les Indiens se tatouaient le corps, et plus ils en faisaient, plus ils étaient considérés comme braves et vaillants, le tatouage étant accompagné d’une grande souffrance. Voici comment ils le pratiquaient: ceux qui étaient chargés de ce travail peignaient d’abord la partie qu’ils voulaient avec de la couleur; puis ils incisaient délicatement la peinture, et ainsi le sang et la couleur se mêlant, faisaient que les traces restaient dans le corps. Ce travail se faisait petit à petit, à cause de l’extrême douleur qu’il causait; mais ils en demeuraient assez malades ensuite, car ces dessins s’enflaient et donnaient de la matière. Avec tout cela ils raillaient ceux qui ne se tatouaient point. Beaucoup d’entre eux aimaient à faire les aimables, à montrer leur grâce et leur adresse naturelles, et aujourd’hui ils boivent et mangent comme nous[107].
Ces Indiens étaient fort dissolus dans leurs orgies, aussi s’ensuivait-il souvent qu’ils se tuaient les uns les autres, et qu’ils violaient mutuellement le domicile conjugal, les pauvres femmes pensant recevoir leurs maris, qui outrageaient quelquefois leurs pères et leurs mères comme dans la maison d’un ennemi prise d’assaut, mettaient même le feu aux habitations, et avec tout cela ils se tuaient pour boire. Lorsque la débauche était générale et accompagnée de sacrifices, tout le monde y contribuait; car lorsqu’elle était particulière, c’était l’amphitryon qui en faisait les frais avec l’aide de ses parents. Leur vin se faisait de miel et d’eau[108], à quoi ils ajoutaient la racine d’un arbre qu’ils cultivaient à cet effet, ce qui rendait le vin fort et lui donnait une très-mauvaise odeur. Des danses et des réjouissances accompagnaient leurs festins, où ils mangeaient assis de deux en deux ou de quatre en quatre. Après le repas, les échansons, à qui la coutume ne permettait pas de s’enivrer, tiraient de quoi boire de quelques grandes cruches jusqu’à ce qu’ils fussent devenus ivres comme des souches[109], et les femmes avaient la plus grande peine du monde à ramener leurs maris ivres à la maison.
Il leur arrivait souvent de dépenser dans un banquet ce qu’ils avaient gagné péniblement en commerçant durant un grand nombre de jours. Ils avaient deux manières de célébrer leurs festins: la première était celle des seigneurs et des gens de condition; elle obligeait chacun des conviés à rendre à son tour la fête à laquelle il avait été invité; à chacun d’eux on donnait une volaille rôtie, du pain et des boissons de cacao en abondance, et à la fin du repas un manteau pour se couvrir et un petit piédestal avec la coupe qu’on y posait, aussi bien travaillée que possible. Si l’un d’eux venait ensuite à mourir, l’obligation de rendre le repas incombait à sa maison ou à ses parents. La seconde manière de donner des festins avait lieu entre les familles, lorsqu’elles venaient à marier leurs enfants ou à célébrer la mémoire des faits de quelqu’un de leurs ancêtres, mais ceci n’obligeait pas à rendre le repas; seulement si cent personnes avaient invité un Indien à une fête, il les invitait tous à son tour, quand il venait à marier quelqu’un de ses enfants. Ils sont fort sensibles à une preuve d’amitié et ils conservaient longtemps le souvenir de ces invitations, quoique fort éloignés les uns des autres. Dans ces repas, celles qui leur donnaient à boire étaient de belles femmes qui, après leur avoir présenté le vase, tournaient le dos à celui qui le prenait jusqu’à ce qu’il l’eût vidé.
Ces Indiens ont des divertissements fort agréables: ils ont surtout des comédiens qui donnent des représentations avec beaucoup de grâce; c’est au point que les Espagnols les louent, afin qu’ils puissent être témoins des bons mots des Espagnols qui passent avec leurs servantes et leurs maris, sur la manière de servir bien ou mal, ce qu’ils représentent ensuite avec autant de vérité que les Espagnols eux-mêmes. Ils ont de petits tambours dont ils jouent avec la main, et une autre sorte de tambour de bois creux au son sourd et triste[110]; ils le battent avec une baguette, au bout de laquelle ils mettent une boule de la gomme d’un arbre; ils ont des trompettes de bois longues et minces dont l’extrémité est formée de grandes calebasses tordues. Il y a une autre espèce d’instrument, formé d’une tortue entière avec sa carapace, dont on a enlevé la chair et qu’on fait sonner avec la paume de la main: le son en est lugubre et triste.
Ils ont des sifflets, fabriqués de bambous et d’os de bêtes fauves, de grandes conques marines et des flûtes de roseaux. Avec tous ces instruments ils font de la musique pour animer les danseurs: ils ont entre autres deux ballets tout à fait virils et dignes d’être vus. L’un est un jeu de roseaux, c’est pourquoi ils l’appellent Colomche, qui en est la signification. Pour l’exécuter, il se forme un grand cercle de danseurs avec leur musique qui en joue l’air: deux d’entre eux sortent en dedans du cercle suivant la mesure, l’un ayant un faisceau de baguettes à la main et danse ainsi tout à fait droit et debout. L’autre danse accroupi, suivant, ainsi que l’autre, la mesure du cercle, le premier lançant avec force les baguettes au second, lequel à l’aide d’un petit bâton les saisit avec beaucoup d’adresse. Le faisceau terminé, ils reprennent en mesure leur place dans le cercle et il en sort deux autres qui recommencent le même jeu.
Ils exécutent un autre ballet où ils se trouvent au nombre de huit cents danseurs, dont une partie est armée de banderolles; ils dansent sur un air particulier au grand pas de guerre, sans qu’il n’y en ait un seul qui n’observe la mesure. Dans leurs ballets, ils sont généralement lourds, car durant le jour entier ils ne cessent de danser, et on leur apporte à boire et à manger. Il n’était pas d’usage que les hommes dansassent avec leurs femmes[111].
§ XXIII.—Comercio y moneda. Agricultura y semillas. Justicia y hospitalidad.
Que los officios de los indios eran olleros y carpinteros, los quales por hazer los idolos de barro y madera con muchos ayunos y observancias ganavan mucho. Avia tambien cirujanos, o por mejor dezir hechizeros, los quales curavan con yervas y muchas supersticiones, y assi de todos los demas officios.
El officio en que mas inclinados estavan es mercaderia, llevando sal, ropa y esclavos a tierra de Ulua y Tavasco, trocandolo todo por cacao y cuentas de piedra que era su moneda, y con esta solian comprar esclavos o otras cuentas con razon que eran finas y buenas, las quales por joyas trayan sobre si en las fiestas los señores. Y tenian otras hechas de ciertas conchas coloradas por moneda y joyas de sus personas. Y lo traian en sus bolsas de red que tenian y en los mercados tratavan de todas quantas cosas avia en essa tierra. Fiavan, prestavan, y pagavan cortesmente y sin usuras.
Y sobre todo eran los labradores y los que ponen a coger maiz y las demas semillas, lo qual guardan en muy lindos sitios y trojes para vender a sus tiempos. Sus mulas y bueyes son la gente. Suelen de costumbre sembrar para cada casado con su muger medida de CCCC pies, lo qual llaman hun-uinic, medida con vara de XX pies, XX en ancho, y XX en largo.
Que los indios tienen costumbre buena de ayudarse unos a otros en todos sus trabajos. En tiempo de sus sementeras, los que no tienen gente suya para las hazer, juntanse de XX en XX, o mas o menos, y hazen todos juntos por su medida y tasa la labor de todos, y no lo dexan hasta cumplir con todos. Las tierras por aora es de comun, y assi el que primero las ocupa las possee. Siembran en muchas partes, por si una faltare supla la otra. En labrar la tierra, no hazen sino coger la vassura y quemarla para despues sembrarla; y desde medio enero hasta abril labran, y entonces con las lluvias siembran, lo qual hazen, trayendo un taleguillo a cuestas, y con un palo puntiagudo hazen agujero en tierra y ponen alli cinco o seis granos, lo qual con el mesmo palo cubren. En lluviendo, espanto es como nace. Juntanse tambien para la caça de L en L, mas o menos, y la carne del venado assan en parrillas, porque no se les gaste, y venidos al pueblo, hazen sus presentes al señor, y distribuyen como amigos y el mesmo hazen en la pesca.
Que los indios en sus visitas siempre llevan consigo don que dar, segun su calidad, y el visitado con otro don satisfaze al otro, y los terceros destas visitas hablan y escuchan curiosamente conforme a la persona con quien hablan, no obstante que todos se llaman tu, porque en el progresso de sus platicas, el menor por curiosidad suele repetir el nombre del officio o dignidad del mayor. Y usan mucho yr ayudando al que da los mensages un sonsonete hecho con la aspiracion en la garganta que es como dezir vastaque o assique. Las mugeres son cortas en sus razonamientos y no acostumbravan a negociar por si, especialmente si eran pobres, y por esso los señores se mofaron de los frayles que davan oydo a pobres y ricos sin respeto.
Que los agravios que hazian unos a otros mandava satisfazer el señor del pueblo del dañador, y sino, era occasion y instrumento de mas passiones; y si eran de un mesmo pueblo, con el juez lo comunicavan que era arbitro, y examinado el daño, mandava la satisfacion, y si no era sufficiente para la satisfacion, los parientes y muger le ayudavan. Las causas de que se solian hazer estas satisfaciones eran si matavan a alguno casualmente, o quando se ahorcava la muger o el marido con alguna culpa de haverle dado o el la occasion, o quando eran causa de algun incendio de casas o eredades, de colmenas o trojes de maiz. Los otros agravios hechos con malicia satisfazian siempre con sangre y puñadas.
Que los yucataneses son muy partidos y hospitales, porque entra nadie en su casa a quien no den la comida o bevida, que tienen de dia de sus bevidas, de noche de sus comidas, y si no las tienen, buscanlo por la vezindad; y por los caminos si les junta gente, a todos an de dar dellas, aunque les quepe por esso mucho menos.
§ XXIII.—Commerce et monnaie. Labour et semailles. Justice et hospitalité.
La principale industrie de ces Indiens était celle de potier et de charpentier; ils étaient chargés de fabriquer les idoles d’argile et de bois, auxquelles, toutefois, ils ne mettaient la main qu’après un certain nombre de jeûnes et d’observances religieuses; mais ils y faisaient un bénéfice considérable. Il y avait aussi parmi les Mayas des chirurgiens, ou pour mieux dire, des sorciers qui guérissaient les maladies à l’aide des simples, mais avec beaucoup de rites superstitieux; et ainsi de toutes les autres professions.
Celle à laquelle ils avaient le plus de propension était le commerce: ils transportaient du sel, des étoffes et des esclaves à la terre d’Ulua et à Tabasco, les échangeant contre du cacao et des bagatelles de pierre qui étaient leur monnaie[112]: c’est avec cela qu’ils étaient accoutumés d’acheter des esclaves ou d’autres bagatelles de pierre, mais plus fines et plus belles, que leurs chefs portaient comme des joyaux dans les fêtes. Ils avaient encore une autre sorte de monnaie, faite de certaines coquilles rouges et qui servaient également à orner leurs personnes: ils les portaient dans des bourses de filet qu’ils avaient; et dans leurs foires ils traitaient de toutes les choses que produit cette contrée. Ils donnaient à crédit, prêtaient et payaient honnêtement et sans aucune usure.
Par-dessus tout ils étaient cultivateurs, recueillaient le maïs et les autres graines qu’ils conservent dans des greniers et des lieux parfaitement appropriés, pour les vendre en leur temps. Les hommes remplaçaient les mules et les bœufs. Pour chaque ménage, ils ont l’habitude de semer une mesure de quatre cents pieds en carré, qu’ils appellent hun-uinic, ce qui est une mesure avec une verge de 20 pieds, 20 en hauteur et 20 en largeur.
Ces Indiens ont la bonne coutume de s’entr’aider mutuellement dans tous leurs travaux. Au temps des semailles, ceux qui n’ont pas suffisamment de monde à eux pour les faire, se réunissent de vingt en vingt, plus ou moins, et s’occupent tous ensemble, suivant sa mesure et son étendue, du champ de chacun d’eux et n’en laissent point jusqu’à ce que le tout soit terminé. Les terres aujourd’hui sont communes, et le premier occupant en devient le possesseur. Ils sèment en un grand nombre d’endroits, afin que les semailles d’un champ venant à manquer, l’autre y supplée. En labourant la terre, ils n’y font d’autre engrais que d’y réunir les mauvaises herbes et de les brûler avant d’ensemencer: ils la travaillent depuis la mi-janvier jusqu’en avril, et ils sèment alors à l’entrée des pluies; ils le font, portant un petit sac sur les épaules et creusant avec un bâton pointu un trou dans la terre où ils jettent cinq ou six grains, les recouvrant ensuite avec le même bâton. Du moment qu’il commence à pleuvoir, c’est une chose merveilleuse de voir comme tout pousse. Pour la chasse, ils se réunissent également de cinquante en cinquante, plus ou moins: ils font ensuite rôtir la chair du gibier sur des grils, afin qu’elle ne se gâte point; arrivés à la ville ou à la bourgade, ils font leurs présents au seigneur et se distribuent le reste entre eux comme des amis. Ils en font de même avec la pêche.
Dans leurs visites, ces Indiens portent toujours quelque présent qu’ils puissent offrir, chacun suivant sa qualité: la personne visitée répond par un don analogue. Durant ces visites, les tiers parlent et écoutent avec attention, selon le rang et le langage de la personne à qui ils s’adressent: tous, néanmoins, se tutoient; mais, dans le cours de la conversation, le plus infime répète par égard le titre de l’office ou de la dignité des plus élevés. Un usage fort commun, c’est d’aider celui qui délivre un message, en répondant par quelques petits sons cadencés, produits par l’aspiration dans la gorge et qui est comme s’ils disaient: Il suffit, c’est fort bien. Les femmes sont brèves dans leurs raisonnements, n’étant pas accoutumées à traiter pour elles-mêmes, surtout si elles étaient pauvres; aussi les seigneurs raillaient-ils les moines de ce qu’ils prêtaient attention aux pauvres et aux riches sans distinction.
Quant aux offenses qu’ils commettaient les uns contre les autres, c’était le seigneur du lieu d’où était le coupable qui envoyait donner satisfaction; autrement, c’était une occasion et un motif pour des querelles. Si l’offenseur et l’offensé étaient du même endroit, ils en faisaient part au juge, qui était l’arbitre, et qui, sur examen du dommage, ordonnait la satisfaction; si l’offenseur n’avait pas de quoi satisfaire seul, ses parents et sa femme l’y aidaient. Ce qui pouvait donner lieu à des satisfactions de ce genre, c’était si l’un des deux en tuait un autre par accident; si par hasard le mari ou la femme venait à se pendre par quelque faute du conjoint; si quelqu’un était cause d’un incendie soit d’une maison ou d’un héritage, de ruches à miel ou d’un grenier de maïs. S’il s’agissait d’offenses ou de dommages causés par malice, la satisfaction ne s’obtenait jamais sans qu’il y eût des coups ou du sang versé.
Le Yucatèque est libéral et hospitalier: personne n’entre dans sa maison qu’il ne lui offre aussitôt à boire et à manger; de jour, de la bouillie ou du breuvage accoutumé; de nuit; de son dîner. S’il ne l’a point, il va le chercher dans le voisinage; si, en route, du monde se joint à lui, avec tous il partage, quelque peu qu’il puisse y avoir pour chacun d’eux.
§ XXIV.—Modo de contar de los yucataneses. Nombres. Eredades y tutela de los huerfanos. Sucesion de los señores.
Que su cuenta es de V en V, hasta XX, y de XX en XX hasta C, y de C en C hasta 400, y de CCCC en CCCC hasta VIII mil. Y desta cuenta se servian mucho para la contratacion de cacao. Tienen otras cuentas muy largas, y que las protienden in infinitum, contandolas VIII mil XX vezes que son C y LX mil, y tornando a XX duplican estas ciento y LX mil, y despues yrlo assi XX duplicando hasta que hazen un incontable numero: cuentan en el suelo o cosa llana.
Que tienen mucha cuenta con saber el origen de sus linajes, especial si vienen de alguna casa de Mayapan, y esso procuran de saberlo de los sacerdotes, que es una de sus sciencias, y jatanse mucho de los varones que en sus linajes ha avida señalados. Los nombres de los padres duran siempre en los hijos, en las hijas no. A sus hijos y hijas siempre llamavan del nombre del padre y de la madre, el del padre como propio y de la madre apellativo. Desta manera el hijo de Chel y Chan llamavan Na-Chan-Chel, que quiere dezir hijo de fullanos, y esta es la causa que dizen los indios son los de un nombre deudos y se tratan por tales, y por esso quando viene alguno en parte no conocido y necessitado, luego acude el nombre, y si ay quien, luego con toda charidad se reciben y tratan y assi ninguna muger o hombre se casava con otro del mesmo nombre, porque era a ellos gran infamia. Llamanse aora los nombres de Pilar los propios.
Que los indios no admittian las hijas a heredar con los hermanos sino era por via de piedad o voluntad y entonces davanles del monton algo; lo demas partian los hermanos igualmente, salvo que al que mas notablemente avia ayudado a allegar la hazienda davan la equivalencia y si eran todas hijas, heredavan los hermanos o mas propinquos. Y si eran de edad que no se suffria entregar la hazienda, entregavanla a un tutor debdo mas cercano, el qual dava a la madre para criarlos, porque no usavan de dexar nada en poder de madres, o quitavanles los niños principalmente siendo los tutores hermanos del difunto. Estos tutores davan lo que assi se les entregava a los erederos quando eran de edad, y no hazerlo era gran fealdad entre ellos y causa de muchas contiendas. Quando assi le entregavan era delante de los señores y principales, quitando lo que havian dado para los criar y no davan de las cosechas de las eredades nada mas como era de colmenares y algunos arboles de cacao, porque dezian era harto tenerlo en pie. Si quando el señor moria no eran los hijos para regir y tenia hermanos, regia de los hermanos el mayor o el mas desenbuelto y al heredero mostravan sus costumbres y fiestas para quando fuesse nombre y estos hermanos, aunque el eredero fuesse para regir, mandavan toda su vida, y sino avia hermanos, elegian los sacerdotes y gente principal un hombre sufficiente para ello.
§ XXIV.—Manière de compter des Yucatèques. Noms de famille. Héritages et tutelle des orphelins. Succession princière.
Les Yucatèques comptent de 5 en 5 jusqu’à 20 et de 20 en 20 jusqu’à 100; de 100 en 100 jusqu’à 400 et de 400 en 400 jusqu’à 8000. Cette manière de compter était fort en usage dans les marchés qui concernaient le cacao. Ils ont d’autres numérations fort longues qu’ils étendent ad infinitum, comptant le nombre 800 vingt fois, ce qui fait 160,000; puis retournant à 20, ils doublent 160,000 et ainsi multipliant par 20, jusqu’à ce qu’ils arrivent à un chiffre innombrable. Leurs comptes se font sur le sol ou une chose plane.
Ils tiennent beaucoup à connaître l’origine de leurs familles, surtout s’ils descendent de quelque maison de Mayapan; aussi cherchent-ils à s’en instruire auprès des prêtres, les connaissances généalogiques étant une des branches de leurs sciences: ils sont très-fiers si dans leurs familles il y a eu des hommes distingués. Les noms des pères durent toujours dans les fils, mais non dans les filles. Ils donnaient toujours à leurs fils et filles les noms du père et de la mère, celui du père comme le nom propre et celui de la mère comme l’appellatif: ainsi le fils de Chel et de Chan se nommait Na-Chan-Chel, ce qui veut dire fils de tels. C’est à cause de cela que l’on dit que ces Indiens sont tous ensemble parents et d’un même nom, et qu’ils se traitent pour tels; aussi, s’il arrive que l’un d’eux se trouve en quelque endroit inconnu et dans l’embarras, il dit son nom; sur-le-champ, s’il y en a là de la même descendance, ils accourent, le reçoivent et le traitent avec la plus grande tendresse. C’est pour cela que ni homme ni femme n’épousait quelqu’un du même nom, car il y avait là pour tous une grande note d’infamie. Leurs noms propres aujourd’hui sont comme Pilar, etc.[113].
Ces Indiens ne permettaient pas aux filles d’hériter avec leurs frères, si ce n’est par condescendance ou bonne volonté; dans ce cas, on leur donnait quelque chose de la succession. Les frères partageaient le reste d’une manière égale, sauf que celui qui avait le plus aidé auparavant à accroître le bien, en recevait l’équivalent d’avant part; s’il n’y avait que des filles, les cousins ou parents les plus proches prenaient l’héritage. Si les enfants étaient trop jeunes, pour qu’on pût le leur confier, on le remettait au plus proche parent, qui était ainsi le tuteur. Celui-ci donnait à la mère de quoi les élever; car, d’après leurs usages, ils ne laissaient rien en la puissance de la mère, ou même lui ôtaient les enfants, principalement si les tuteurs étaient les frères du défunt. Quand les héritiers avaient atteint leur majorité, ces tuteurs leur rendaient leur bien; le contraire était considéré comme une grande vilainie et devenait la cause de grandes querelles. La remise de l’héritage se faisait en présence du seigneur et des principaux de l’endroit, qui en distrayaient ce que le tuteur avait donné pour élever les enfants; mais les héritiers ne recevaient absolument rien de ce qui avait été moissonné sur l’héritage, non plus que du miel et du cacao, à cause du travail qu’occasionnaient les cacaotiers et les ruches. Lorsque le seigneur venait à mourir, ce n’étaient pas ses fils qui succédaient au gouvernement, mais bien l’aîné de ses frères, s’il en avait, ou le plus capable; l’héritier présomptif entre-temps était instruit de ce qui concernait les coutumes et les fêtes, afin qu’il devînt un homme capable lui-même. Mais encore qu’il fût en état de gouverner, c’étaient les frères de son père qui commandaient jusqu’à la fin de leur vie; mais s’il n’y avait pas de frères, les prêtres et les principaux chefs faisaient choix d’un homme capable de gouverner jusqu’à la majorité de l’héritier.
§ XXV.—Repudiacion frecuente entre los yucataneses. Sus casamientos.
Que antiguamente se casavan a XX años, aora de XII o XIII, y por esso aora se repudian mas facilmente como se casan sin amor i ignaros de la vida matrimonial y officio de casados, y si los padres no podian persuadir que volviessen con ellas, buscavanles otra y otras y otras. Con la mesma facilidad dexavan los hombres con hijos a sus mugeres sin temor de que otro las tomasse por mugeres o despues volver a ellas; pero con todo esso son muy zelosos y no llevan a paciencia que sus mugeres no les esten honestas, y aora que han visto que los españoles sobre esso matan a las suyas, empieçan a maltratarlas y aun a matarlas. Si quando repudiavan los hijos eran niños, dexavanlos a las madres, si grandes los varones con los padres y hembras con las madres.
Que aunque era tan comun y familiar cosa repudiar, los ancianos y de mejores costumbres lo tenian por malo y muchos avia que nunca avian tenido sino una, la qual ninguno tomava de su nombre, de parte de su padre; ca era cosa muy fea entre ellos y si algunos se casavan con las cuñadas mugeres de sus hermanos, era tenido por malo. No se casavan con sus madrastas, ni cuñadas hermanas de sus mugeres, ni tias hermanas de sus madres, y si alguno lo hazia era tenido malo; con todas las demas parientas de parte de su madre contrayan aunque fuesse prima hermana.
Los padres tienen mucho cuidado de buscarles con tiempo mugeres de su estado y condicion y si podian en el mesmo lugar; y poquedad era entre ellos buscar las mugeres para si, y los padres para sus hijas casamiento; y para tratarlo, buscavan casamenteros que lo rodeassen: concertado y tratado, concertavan las aras y dote, lo qual era muy poco, y davalo el padre del moço al consuegro, y hazia la suegra allende del dote vestidos a la nuera y hijo; y venido el dia, se juntavan en casa del padre de la novia, y alli aparejada la comida, venian los combidados y el sacerdote, y juntado los casados y consuegros, tratava el sacerdote quadrarles, pues lo avian bien mirado los suegros y estarles bien y assi le davan su muger al moço essa noche si era para ello y luego se hazia la comida y combite; y de ay adelante quedava en casa del suegro el yerno, trabajando cinco o seis años por el suegro, y sino lo hazia, hechavanle de casa y travajavan las madres diesse siempre la muger de comer y bever al marido en señal de casamiento. Los viudos y viudas sin fiesta ni solemnidades se concertavan, con solo ir ellos a casa dellas y admittirlos y darles de comer se hazia el casamiento; de lo qual nacia que se dexavan con tanta facilidad como se tomavan. Nunca los yucataneses tomaron mas de una como se ha hallado de otras partes tener muchas juntas, y los padres algunas vezes contrahen matrimonio por sus hijos niños hasta que sean venidos en edad y se tratan como suegros.
§ XXV.—Répudiation fréquente des Yucatèques. Leurs mariages.
Anciennement ils se mariaient à l’âge de vingt ans: aujourd’hui ils le font de douze à treize; aussi se répudient-ils bien plus facilement, se mariant comme ils le font, sans amour, sans connaissance de la vie matrimoniale et des devoirs qu’elle impose: quand les parents du fils ne réussissaient pas à lui persuader de retourner avec sa femme, ils en cherchaient une autre et les parents de la femme un autre mari. Les hommes ayant des enfants laissaient avec la même facilité leurs femmes, sans appréhension que d’autres les prissent ou qu’ils pussent eux-mêmes retourner à elles. Avec tout cela, ils sont fort jaloux et supportent difficilement que leurs femmes soient infidèles; et maintenant qu’ils ont vu dans des cas semblables les Espagnols tuer les leurs, ils commencent à les maltraiter et à les tuer à leur tour. Si, en les répudiant, leurs enfants étaient encore en bas âge, ils les laissaient à leurs mères; s’ils étaient grands, les garçons allaient avec le père et les filles avec la mère.
Quoique la répudiation fût une chose si commune et si familière à ces Indiens, les anciens et ceux qui tenaient aux bonnes mœurs la condamnaient; il y en avait donc beaucoup qui n’en avaient jamais eu qu’une. Ils n’en prenaient jamais qui portassent leur propre nom du côté paternel, car ils regardaient un mariage de ce genre comme une mauvaise action, de même qu’un mariage contracté avec sa belle-sœur, veuve d’un frère. Ils n’épousaient ni leurs belles-mères ni leurs belles-sœurs, du côté de leurs femmes, ni leurs tantes maternelles; et si l’un d’eux le faisait, on considérait son union de mauvais œil. Du reste ils se mariaient sans scrupule avec toutes leurs autres parentes du côté maternel, fût-ce même avec leurs cousines germaines.
Les pères avaient grand soin de chercher de bonne heure à leurs fils des femmes de leur condition et, si faire se pouvait, du même endroit qu’eux: il y avait une sorte de bassesse pour les hommes à chercher eux-mêmes leurs femmes, ou pour les pères à chercher eux-mêmes des maris pour leurs filles; à cet effet ils s’adressaient à des personnes qui se chargeaient de ce soin. Les choses une fois arrangées, on concertait le douaire et la dot, ce qui était fort peu de chose: le père du futur en remettait le montant au beau-père et, en outre de la dot, la mère faisait des habits pour sa belle-fille et pour son fils. Le jour des noces, tous s’assemblaient dans la maison du père de la future: un repas y était préparé. Les convives se trouvant réunis avec les fiancés et leurs parents, le prêtre, ayant suffisamment reconnu que ceux-ci avaient mûrement considéré l’affaire, donnait au jeune homme sa femme, s’il était destiné à la recevoir cette même nuit, après quoi avait lieu le festin. A dater de ce moment le gendre restait dans la maison de son beau-père et travaillait pour son compte pendant cinq ou six ans: s’il négligeait de le faire, on le chassait de la maison; mais les mères s’arrangeaient pour que la femme donnât toujours de quoi manger à son mari, en signe de mariage. Les veufs et veuves s’unissaient sans fêtes ni solemnités: il suffisait aux premiers de se rendre à la maison d’une veuve, d’y être reçus et d’y trouver à manger de sa main, pour que le mariage eût lieu; aussi ne se séparaient-ils pas avec moins de facilité qu’ils se prenaient pour époux. Les Yucatèques n’ont jamais eu l’usage d’épouser plus d’une femme, comme cela s’est vu dans les pays voisins, où l’on en a plusieurs à la fois. Il arrivait quelquefois que les pères contractaient mariage pour leurs enfants en bas âge, qu’ils unissaient ensuite en leur temps, et jusque-là ils ne se traitaient pas moins comme alliés.
§ XXVI.—Modo de bautismo en Yucatan. Como lo celebravan.
No se halla el baptismo en ninguna parte de las Indias, sino en esta de Yucatan, y aun con vocablo que quiere dezir nacer de nuevo o otra vez, que es lo mesmo que en la lengua latina renascor, porque en la lengua de Yucatan zihil quiere dezir nacer de nuevo o otra vez, y no se usa sino en composicion de verbos, y assi caput zihil quiere dezir nacer de nuevo. No hemos podido saber su origen, mas de que es cosa que an siempre usado y a que tenian tanta devocion, que nadie lo dexava de recebir, y tanta reverencia que los que tenian peccados, si eran para saber los cometer los avian de manifestar, especialmente a los sacerdotes para recebirlo, y tanta fee en el que no lo iteravan en ninguna manera. Lo que pensavan recebian en el era una previa disposicion para ser buenos en sus costumbres, y no ser dañados en las cosas temporales de los demonios, y venir mediante el y su buena vida a conseguir la gloria que ellos esperavan, en la qual, segun en la de Mahoma, avian de usar de manjares y beveres.
Tenian pues esta costumbre para venir a hazer los baptismos, que criavan las indias los niños hasta edad de tres años, y a los varoncillos usavanles siempre poner pegada a la cabeça en los cabellos de la coronilla una contezuela blanca, y a las muchachas traian ceñidas por las senes muy abaxo con un cordel delgado y en el una conchuela asida que les venia a dar encima de la parte honesta, y destas dos cosas era entre ellos peccado y cosa muy fea quitarla de las mochachas antes del baptismo, el qual les davan siempre desde edad de tres años hasta doze y nunca se casavan antes del baptismo.
Quando alguno avia que quisiesse baptizar su hijo, iva al sacerdote y davale parte de su intento, el qual publicava por el pueblo el baptismo y el dia en que lo hazia, el qual ellos miravan siempre no fuesse aciago. Esto hecho el que hazia la fiesta que era el que movia la platica, elegia un principal del pueblo a su gusto para que le ayudasse a su negocio y las cosas del. Despues tenian de costumbre elegir a otros quatro hombres ancianos y honrados que ayudassen al sacerdote el dia de la fiesta a las cerimonias, y estos elegian juntamente a su gusto con el sacerdote. Y en estas elecciones entendian siempre los padres de todos los niños que avia que baptizar, ca de todos era tambien la fiesta y llamavanlos a estos que escogian chaces. Tres dias antes de la fiesta ayunavan los padres de los mochachos y los officiales, abstiniendose de las mugeres.
El dia juntavanse todos en casa del que hazia la fiesta y llevavan los niños todos que avian de baptizar, a los quales ponian en el patio o plaça de la casa, que limpio y sembrado de hojas frescas le tenian por orden en rengla los varones por si y las niñas por si, ponian les como padrinos una muger anciana a las niñas, y a los niños un hombre que los tuviessen a cargo.
Esto hecho tratava el sacerdote de la purificacion de la posada, hechando al demonio della. Para echarlo ponian quatro vanquillos en las quatro esquinas del patio en los quales se sentavan los quatro chaces con un cordel largo asido de uno a otro, de manera que quedavan los niños acorralados en medio a dentro del cordel, despues pasando sobre el cordel avian de entrar todos los padres de los niños que avian ayunado dentro del circuito. Despues o antes ponian en medio otro vanquillo donde el sacerdote se sentava con un brasero, y un poco de maiz molido y de su encienso. Alli venian los niños y niñas por orden y echavales el sacerdote un poco de maiz molido y del encienso en la mano, y ellos en el brasero; y ansi hazian todos, y estos saumerios acabados, tomavan el brasero en que los hazian, y el cordel con que los chaces los tenian cercados y echavan en un vaso un poco de vino y davan lo todo a un indio que lo llevasse fuera del pueblo, avisandole no beviesse ni mirasse atras a la buelta y con esto dezian quedava el demonio echado.
El qual assi ido verrian el patio y limpiavanlo de las hojas del arbol que tenia que se dize cihom y echavan otras de otro que llaman copo, y ponian unas seras en tanto que el sacerdote se vestia. Vestido salia con un jaco de pluma colorado y labrado de otras plumas de colores, y que le cuelgan de los estremos otras plumas largas y una como coroza en la cabeça de las mesmas plumas, y debaxo del jaco muchos listones de algodon hasta el suelo como colas, y con un isopo en la mano de un palo corto muy labrado, y por barbas o pelos del isopo ciertas colas de unas culebras que son como caxcaveles, y con no mas ni menos gravedad que ternia un papa para coronar un emperador, que cosa era notable la serenidad que les causavan los aparejos. Los chaces ivan luego a los niños y ponian a todos sendos paños blancos en las cabeças que sus madres para aquello traian. Preguntavan a los que eran grandecillos si avian hecho algun peccado y tocamiento feo, y si lo avian hecho, confessavanlo, y separavanlos de los otros.
Esto hecho mandava el sacerdote callar y sentar la gente, y començava el a bendezir con muchas oraciones a los mochachos, y a santiguarlos con su isopo, y con mucha serenidad. Acabada su bendicion se sentava y se levantava el principal que avian los padres de los mochachos elegido para esta fiesta, y con un guesso que el sacerdote le dava iva a los mochachos y amagava a cada uno por si nueve vezes con el guesso en la frente; despues mojavale en un vaso de una agua que llevava en la mano, y untavales la frente, y las faciones del rostro y entre los dedos de los piez y los de las manos a todos sin hablar palabra. Esta agua hazian de ciertas flores y de cacao mojado y desleido con agua virgen que ellos dezian traida de los concavos de los arboles o de los montes.
Acabada esta unctura se levantava el sacerdote y les quitava los paños blancos de la cabeça y otros que tenian colgados a las espaldas en que cada uno traia atadas unas pocas de plumas de un paxaro muy hermoso y algunos cacaos, lo qual todo recogia uno de los chaces, y luego el sacerdote les cortava a los niños con una navaja de piedra la cuenta que avian traido pegada en la cabeça; tras esto ivan los demas ayudantes del sacerdote con un manojo de flores y un humaço que los indios usan chupar; y amagavan con cada uno dellos nueve vezes a cada mochacho, y despues davanle a oler las flores y a chupar el humaço. Despues recogian los presentes que las madres traian y davan dellos a cada mochacho un poco para comer alli, ca de comida eran los presentes, y tomavan un buen vaso de vino y presto en medio ofrecianlo a los dioses y con devotas plegarias les rogavan recibiessen aquel don pequeño de aquellos mochachos, y llamando otro oficial que les ayudava que llamavan Cayom davanse lo que lo beviesse, lo qual hazia sin descançar que diz que era peccado.
Esto hecho se despedian las mochachas primero, a las quales ivan sus madres primero a quitarles el hilo con que avian andado hasta entonces atadas por las renes, y la conchuela que traian en la puridad, lo qual era como una licencia de poderse ya quando quiera que los padres quisiessen casar. Despues despedian por si a los mochachos, y idos venian los padres al monton de las mantillas que avian traido, y repartianlo de su mano por los circumstantes y officiales. Despues acabavan la fiesta con comer y bever largo; llamavan a esta fiesta Emku, que quiere dezir baxada de Dios. El que la avia hecho principalmente moviendola y haziendo el gasto, allende de los tres dias que se avia, como por ayuno, abstenido, se avia de abstener nueve mas y lo hazian inviolablemente.
§ XXVI.—Sorte de baptême au Yucatan. Comment on le solennisait.
On ne trouve de baptême en aucune partie des Indes, excepté dans le Yucatan[114], où il existe désigné sous un nom qui signifie naître de nouveau ou une autre fois: le mot est identique avec le latin renasci; car dans la langue du Yucatan zihil veut dire renaître. Mais il n’est usité qu’en composition verbale; ainsi caput-zihil signifie naître de nouveau. Nous n’avons pu retrouver son origine; on sait seulement que c’est une coutume qui a toujours existé et à laquelle ils avaient tant de dévotion qu’ils ne laissaient jamais de s’y conformer. Ils y avaient un tel respect que ceux qui avaient des péchés sur la conscience ou qui se sentaient inclinés à en commettre quelqu’un, s’en confessaient particulièrement au prêtre, afin d’être en état de recevoir le baptême, et ils y mettaient une si grande foi qu’ils ne l’auraient réitéré pour quoi que ce fût. Ils croyaient y recevoir une disposition préalable à se conduire honnêtement, et se trouver garantis de toute atteinte des démons dans les choses temporelles; par ce moyen et une vie réglée, ils espéraient obtenir la béatitude qu’ils attendaient, dans laquelle, comme en celle de Mahomet, ils auraient trouvé le plaisir avec les femmes, ainsi qu’à boire et à manger.
Voici la coutume qu’ils avaient pour se préparer au baptême: les femmes étant chargées d’élever les enfants jusqu’à l’âge de trois ans, mettaient sur la tête des petits garçons quelque chose de blanc attaché entre les cheveux à l’occiput; quant aux petites filles, elles portaient de la ceinture en bas une corde fort menue, à laquelle était attachée une petite coquille qui venait à se trouver placée justement au-dessus des parties sexuelles; on regardait comme un grand péché et une chose fort malhonnête d’ôter ces choses aux petites filles avant leur baptême, qui leur était toujours administré entre trois et douze ans, et jamais on ne les mariait auparavant.
Lorsque quelqu’un désirait faire baptiser son enfant, il allait au prêtre et lui faisait part de son intention: celui-ci publiait le baptême dans toute la commune, ayant soin toujours que la cérémonie ne tombât pas en un jour malheureux. Cela fait, celui qui en avait fait la proposition, et qui, par conséquent, se chargeait de la fête, choisissait à son goût un des principaux de la localité, afin de l’aider dans tout ce qui y avait rapport. Après cela, on avait coutume d’en choisir encore quatre autres d’entre les anciens et des plus honorables, qui prêtaient secours au prêtre dans ses fonctions le jour de la fête: ce choix se faisait toujours d’accord avec le prêtre lui-même. Les pères de tous les enfants à baptiser avaient également part à cette élection, car la fête était du ressort de tous: à ceux qui avaient été désignés pour accompagner le prêtre on donnait le titre de chac[115]. Durant les trois jours précédant la fête, les pères des enfants jeûnaient ainsi que ces officiers, s’abstenant d’user de leurs femmes.
Au jour convenu, tous ensemble se réunissaient dans la maison de celui qui faisait la fête, amenant avec eux les enfants à baptiser: on les rangeait dans la cour ou la place de la maison qui avait été balayée et parsemée de verdure; les garçons se plaçant d’un côté, sous la garde d’un homme qui faisait comme l’office de parrain à leur égard; et de l’autre, les filles à qui l’on donnait une matrone pour prendre soin d’elles.
Cela fait, le prêtre s’occupait à purifier la maison, chassant le démon du lieu. A cet effet, on plaçait un petit banc aux quatre angles de la cour: les quatre chacs s’asseyaient tenant une corde de l’un à l’autre, de façon à ce que les enfants demeurassent en quelque sorte renfermés au milieu, après quoi les pères tous ensemble qui avaient observé le jeûne jusque-là, passaient par-dessus la corde pour entrer dans l’enceinte. Au milieu était une autre banquette où le prêtre s’asseyait, ayant à côté de lui un brasier avec du maïs moulu et de l’encens[116]. Les petits garçons et les petites filles s’approchaient en ordre, et le prêtre leur mettait dans la main un peu du maïs et de l’encens qu’ils jetaient tour à tour dans le brasier. Cela passé et les encensements terminés, on enlevait le brasier et la corde dont les chacs faisaient l’enceinte; ceux-ci versaient un peu de vin dans un vase qu’ils donnaient avec ces choses à un homme pour les porter hors de la commune, en lui recommandant surtout de ne pas boire le vin et de ne pas regarder par derrière à son retour. De cette manière, on disait que le démon était chassé.
On balayait ensuite la cour et on la nettoyait de la verdure qui s’y trouvait et qui était des feuilles d’un arbre appelé cihom; on les remplaçait par d’autres d’un arbre nommé copo, et on étendait quelques nattes, pendant que le prêtre revêtait ses habits. Il se présentait bientôt après revêtu d’une tunique de plume rouge, travaillée d’autres plumes de diverses couleurs et d’où pendaient d’autres plumes plus grandes, et par-dessus comme une grande quantité de rubans de coton qui pendaient jusqu’à terre: sur la tête il portait une sorte de mitre travaillée en plume de la même manière, et à la main comme un petit goupillon de bois, sculpté avec art, dont les poils étaient des queues de serpent analogues aux serpents à sonnette. Il sortait ainsi n’ayant ni plus ni moins de gravité qu’un pape en aurait pour couronner un empereur; et c’est une chose notable de voir la sérénité que lui donnait tout cet appareil. Les chacs aussitôt s’avançaient vers les enfants et leur mettaient sur la tête des linges blancs que leurs mères avaient apportés à cet effet. Ils demandaient aux plus grands s’ils n’avaient pas commis quelque péché ou attouchement obscène, et s’ils l’avaient fait, ils le confessaient et on les séparait des autres.
Cela terminé, le prêtre commandait à tout le monde de s’asseoir et de se taire; il se mettait ensuite à bénir les enfants avec certaines prières, et à les sanctifier avec son goupillon avec beaucoup de majesté. La bénédiction finie, il s’asseyait: celui que le père des enfants avait choisi pour aider principalement à cette fête, se levait alors, et armé d’un os que le prêtre lui donnait, il allait à chaque enfant et le lui passait neuf fois au front; il le trempait ensuite dans un vase d’eau qu’il portait à la main, en oignait à tous le front et le visage, ainsi que les interstices des doigts des pieds et des mains, sans dire un seul mot. Cette eau se composait de certaines fleurs et de cacao mouillé et délayé dans de l’eau vierge qu’ils disaient provenir des concavités des bois ou des montagnes.
A la suite de cette onction, le prêtre se levait; il leur ôtait de la tête les linges blancs qu’on leur avait mis, ainsi que d’autres qu’ils avaient aux épaules, où chacun d’eux portait quelques plumes d’un fort bel oiseau et des grains de cacao. L’un des chacs recueillait toutes ces choses, après quoi le prêtre coupait avec un couteau de pierre aux petits garçons ce qu’ils portaient attaché à la tête; derrière le prêtre marchaient ses autres aides, un bouquet de fleurs à la main avec une pipe à parfums que les Indiens ont coutume de fumer; ils en faisaient neuf passes à chaque enfant et ensuite lui donnaient tour à tour à sentir le bouquet et à aspirer la pipe. Ils recueillaient après cela les présents que les mères avaient apportés et en donnaient un peu à manger là même à chacun des enfants; car ces présents étaient de victuailles. Ils prenaient un grand vase rempli de vin, ils l’offraient rapidement aux dieux, en les priant avec des paroles de dévotion d’agréer ce faible hommage de la part des enfants, puis appelant à eux un autre officier, dont le titre était Cayom, ils lui donnaient le vase qu’il devait vider d’un trait; car s’arrêter pour prendre haleine eût été un péché.
La cérémonie achevée, les jeunes filles prenaient congé du prêtre; mais auparavant leurs mères leur enlevaient le cordon qu’elles avaient porté jusque-là autour des reins avec la coquille, insigne de leur pureté, ce qui était comme une permission de pouvoir se marier, quand il plairait aux parents de leur choisir un époux. Après les filles venaient les garçons, qui comme elles prenaient congé du prêtre; puis arrivaient les pères qui, s’approchant du monceau de linges qu’ils avaient apportés, les distribuaient de leurs mains aux officiers et assistants. La journée se terminait avec un grand festin où ils mangeaient et buvaient en abondance. La fête avait pour nom Em-Ku, c’est-à-dire descente de Dieu. Celui qui l’avait célébrée, surtout en la mettant en train et en en faisant les frais, devait, en outre des trois jours d’abstinence qu’il avait eus en forme de jeûne, s’abstenir encore durant neuf jours, et il le faisait inviolablement.
§ XXVII.—Confesion entre los yucataneses. Abstinecias y supersticioncs. Variedad de idolos. Officios de los sacerdotes.
Que los yucataneses naturalmente conocian que hazian mal, y por que creian que por el mal y pecado les venian muertes, enfermedades y tormentos, tenian por costumbre confessarse, quando ya estava en ellos, en esta manera: que quando por enfermedad o otra cosa, eran en peligro de muerte, confessavan su peccado, y si se descuydavan, traianselo los parientes mas cercanos o amigos a la memoria, y ansi dezian publicamente sus peccados, si estava alli el sacerdote, a el, sino a los padres y madres, y las mugeres a los maridos, y maridos a las mugeres.
Los peccados de que comunmente se acusavan, eran del hurto, homicidio, de la carne, y falso testimonio, y con esto se creian salvos, y muchas vezes si escapavan avia rebueltas entre el marido y la muger, por las desgracias que les avian succedido, y con las que las avian causado.
Ellos confessavan sus flaquezas, salvo las que con sus esclavas los que las tenian cometian, porque dezian era licito usar de sus cosas como querian. Los peccados de intencion no confessavan, tenian empero por malos, y en sus consejos y predicaciones consejavan evitarlos. Que las abstinencias que comunmente hazian eran de sal en los guisados y pimienta, lo qual les era grave, y abstenianse de sus mugeres para la celebracion de todas sus fiestas.
No se casavan despues de viudos un año, por no conocer hombre a muger en aquel tiempo, y a los que esto no guardavan, tenian por poco templados y que les vendria por esso algun mal.
Y en algunos ayunos de sus fiestas no comian carne ni conocian sus mugeres; recibian los officios de las fiestas siempre con ayunos, y lo mesmo los officios de republica y algunos tan largos que eran de tres años, y todos estos quebrantarlos eran grandes peccados.
Que eran tan dados a sus idolatricas oraciones, que en tiempo de necessidad hasta las mugeres, mochachos, y moças, todos entendian en esto que era quemar encienso y suplicar a Dios les librasse del mal y reprimiesse al demonio, que esto les causava.
Y que aun los caminantes en sus caminos llevavan encienso y un platillo en que lo quemar, y assi a la noche do quiera que llegavan, erigian tres piedras pequeñas y ponian en ellas sendos pocos del encienso, y ponian les delante otras tres piedras llanas, en las quales echavan encienso, y rogando al Dios que llamavan Ekchuah los volviesse con bien a sus casas, y esso hasta ser bueltos a sus casas cada noche lo hazian donde no faltava quien por ellos hiziesse otro tanto y aun mas.
Que tenian gran muchedumbre de idolos y templos sumptuosos en su manera, y aun sin los comunes templos tenian los señores sacerdotes y gente principal oratorios y idolos en casa para sus oraciones y ofrendas particulares. Y que tenian a Cuzmil y poço de Chicheniza en tanta veneracion como nosotros a las romerias de Hierusalem y Roma y assi les ivan a visitar y offrecer dones, principalmente a la de Cuzmil, como nosotros a lugares santos, y ya que no ivan, siempre embiavan sus offrendas. Y los que ivan tenian de costumbre de entrar tambien en templos derelictos, quando passavan por ellos a orar y quemar copal.
Tantos idolos tenian que aun no les bastava los de sus dioses; pero no avia animal ni savandija que no le hiziessen estatua y todos los hazian a la semejanza de sus dioses y diosas. Tenian algunos idolos de piedra, mas pocos, y otros de madera, y de bulto pequeños, pero no tantos como de barro. Los idolos de madera eran tenidos en tanto que se eredavan, y tenidos por lo principal de la herencia. Idolos de metal no tenian, por que no ay metal aï. Bien sabian ellos que los idolos eran obras suyas y muertas y sin deidad, mas que los tenian en reverencia por lo que representavan, y por que les avian hecho con tantas cerimonias, en especial los de palo.
Los mas idolatras eran los sacerdotes, chilanes, hechizeros y medicos, chaces y nacones. El officio de los sacerdotes era tratar y enseñar sus sciencias y declarar las necessidades y sus remedios, predicar y echar las fiestas, hazer sacrificios y administrar sus sacramentos. El officio de los chilanes era dar respuestas de los demonios al pueblo y eran tenidos en tanto que acontecia llevarlos en ombros. Los hechizeros y medicos curavan con sangrias hechas en la parte donde dolia al enfermo, y echavan suertes para adivina en sus officios y otras cosas. Los chaces eran quatro hombres ancianos elegidos siempre de nuevo para ayudar al sacerdote a bien y complidamente hazer las fiestas. Nacones eran dos officios, el uno perpetuo y poco onroso, por que era el que abria los pechos a las personas que sacrificavan. El otro era una elecion hecha de un capitan para la guerra y otras fiestas que duravan tres años, este era de mucha onra.
§ XXVII.—Confession chez les Yucatèques. Abstinences et superstitions. Idoles de tout genre. Charges diverses du sacerdoce.
Les Yucatèques connaissaient naturellement le mal quand ils le commettaient, et ils croyaient que c’était en châtiment du mal et du péché que leur venaient la mort, les maladies et les tourments; ils avaient coutume de se confesser, et quand ils en avaient l’idée, c’était de la manière suivante. Lorsque, par suite d’une maladie ou d’autre chose, ils étaient en danger de mourir, ils confessaient leurs péchés; mais s’ils oubliaient d’y penser, leurs parents les plus proches ou leurs amis le leur rappelaient. Ainsi ils disaient publiquement leurs péchés au prêtre, s’il était présent, sinon à leurs pères et mères, les femmes à leurs maris et les maris à leurs femmes.
Les fautes dont ils s’accusaient le plus communément étaient le vol, l’homicide, les faiblesses de la chair et les faux témoignages; après quoi, ils se croyaient sauvés. Mais il arrivait souvent, quand ils venaient à échapper, qu’il surgissait des querelles entre mari et femme, pour les infidélités dont ils avaient pu se rendre coupables, et avec ceux qui en étaient la cause.
Les hommes confessaient leurs faiblesses, sauf celles qu’ils commettaient avec leurs esclaves; car ils disaient qu’il était licite d’user de ce qui leur appartenait suivant leur caprice. Ils ne confessaient pas les péchés d’intention, quoiqu’ils les regardassent comme un mal; aussi dans leurs conseils et prédications conseillaient-ils de les éviter. Les abstinences qu’ils faisaient le plus communément étaient de se passer de sel et de piment dans les mets, ce qui pour eux était fort dur; ils s’abstenaient de l’usage de leurs femmes pour la célébration de toutes les fêtes.
Les veufs ne se remariaient qu’un an après leur veuvage, la coutume étant de ne connaître ni homme ni femme durant cet intervalle: ceux qui négligeaient de s’y conformer étaient regardés comme peu continents, et on s’imaginait qu’il leur en surviendrait quelque calamité.
Ils avaient des fêtes où non-seulement ils s’abstenaient de leurs femmes, mais aussi de manger de la chair: ils jeûnaient en entrant en office pour quelque fête, comme en entrant dans les charges de la république; il y avait de ces jeûnes qui duraient jusqu’à trois années entières, et ils considéraient comme un fort grand péché de les rompre.
Ils étaient, du reste, tellement observateurs de leurs pratiques idolâtres, que, dans les temps de calamité publique, jusqu’aux femmes et aux enfants des deux sexes s’occupaient à brûler de l’encens, à adresser leurs supplications à Dieu pour qu’il les délivrât du mal et réprimât le démon qui en était la cause.
Les voyageurs même emportaient en chemin de l’encens et une petite cassolette pour le brûler; c’est ainsi que de nuit, en quelque lieu qu’ils arrivassent, ils érigeaient trois petites pierres, déposant sur chacune quelques grains de cet encens; devant ils étendaient trois autres pierres plates, sur lesquelles ils mettaient encore de l’encens, en priant le dieu qu’ils nommaient Ekchuah[117], qu’il daignât les ramener heureusement chez eux. Cette pratique ils la recommençaient toutes les nuits jusqu’à leur retour dans les foyers, où toujours il y avait quelqu’un pour en faire autant et même davantage.
Ils avaient un très-grand nombre d’idoles et de temples somptueux à leur manière. A part même des temples ordinaires, les princes, les prêtres et les gens les plus considérables avaient encore des oratoires, avec des idoles domestiques, où ils faisaient en particulier leurs prières et leurs offrandes. Ils avaient autant de dévotion pour Cuzmil et le puits de Chichen Itza que nous pour les pèlerinages de Jérusalem et de Rome. Ainsi ils allaient les visiter et offrir des présents, principalement à Cuzmil, comme nous le faisons aux saints lieux, et s’ils ne pouvaient y aller eux-mêmes, ils y envoyaient toujours leurs offrandes. Ceux qui y allaient étaient accoutumés également de s’arrêter devant les temples abandonnés, s’ils avaient à passer à côté, d’y prier et d’y brûler du copal.
Ils avaient une si grande quantité d’idoles que celles même de leurs dieux ne leur suffisaient point; car il n’y avait pas d’animal ni de reptile dont ils ne fissent la statue, et ils les faisaient à l’image de leurs dieux et de leurs déesses. Ils avaient quelques idoles de pierre, mais en petit nombre, et d’autres de bois, de petite stature quoique pas en si grande quantité qu’en terre cuite. Les idoles de bois étaient si estimées, qu’elles comptaient dans les héritages, et ils y avaient la plus grande confiance[118]. Ils n’ignoraient nullement que les idoles étaient des ouvrages de leurs mains, œuvres mortes et sans divinité; mais ils les vénéraient à cause de ce qu’elles représentaient et des rites avec lesquels ils les avaient consacrées, surtout celles de bois.
Les plus idolâtres étaient les prêtres, Chilan, sorciers et médecins, Chacs et Nacon[119]. Ils avaient pour office de discourir sur leurs sciences et de les enseigner, de faire connaître les besoins et les moyens d’y satisfaire, de prêcher et de notifier les jours de fête, d’offrir des sacrifices et d’administrer leurs sacrements. L’office du Chilan consistait à donner les réponses des démons au peuple; on avait pour eux un tel respect, qu’ils ne sortaient d’ordinaire que portés en litière. Les sorciers et médecins guérissaient au moyen de saignées, pratiquées dans la partie malade; ils jetaient des sorts pour savoir l’avenir dans leurs offices et autres choses. Les chacs étaient quatre vieillards, élus chaque fois, suivant la circonstance, pour aider le prêtre à remplir entièrement ses fonctions durant les fêtes. La charge de Nacon était double: l’un était perpétuel et peu honorable, parce que c’était lui qui ouvrait la poitrine aux victimes humaines qu’on sacrifiait; le second, qui arrivait à son poste par élection, était un général d’armée, chargé également de présider à certaines fêtes: ses fonctions duraient trois ans et étaient réputées fort honorables.
§ XXVIII.—Sacrificios crueles y sucios de los yucataneses. Victimas humanas matadas á flechazas y otros.
Que hazian sacrificios con su propia sangre unas vezes, cortandose las (orejas) a la redonda por pedaços y alli los dexavan en señal. Otras vezes se agujeravan las mexillas, otras los beços baxos, otras se separavan partes de sus cuerpos, otras se agujeravan las lenguas al soslayo por los lados, y passavan por los agujeros pajas con grandissimo dolor; otras, se harpavan lo superfluo del miembro vergonçoso, dexandolo como las orejas, de lo qual se engaño el historiador general de las Indias, diziendo que se circumcidian.
Otras vezes hazian un suzio y penoso sacrificio añudandose los que lo hazian en el templo, donde puestos en rengla, se hazian sendos agujeros en los miembros viriles al soslayo por el lado, y hechos passavan toda la mas cantidad de hilo que podian, quedando assi todos asidos, y ensartados; tambien untavan con la sangre de todas estas partes al demonio, y el que mas hazia, por mas valiente era tenido, y sus hijos desde pequeños en ello començavan a ocupar y es cosa espantable quan aficionados eran a ello.
Las mugeres no usavan destos derramamientos, aunque eran harto santeras; mas de todas las cosas que aver podian que son aves del cielo, animales de la tierra, o pescados de la agua, siempre les embadurnavan los rostros al demonio con la sangre dellos. Y otras cosas que tenian ofrecian; a algunos animales les sacavan el corazon y lo ofrecian, a otros enteros, unos vivos, otros muertos, unos crudos, otros guisados, y hazian tambien grandes ofrendas de pan y vino, y de todas las maneras de comidas, y bevidas que usavan.
Para hazer estos sacrificios en los patios de los templos (avia) unos altos maderos y labrados y enhiesto, y cerca de las escaleras del templo tenian una peaña redonda ancha, y en medio una piedra de quatro palmos o cinco de alto enhiesta, algo delgada; arriba de las escaleras del templo avia otra tal peaña.
Que sin las fiestas en las quales, para la solemnidad de ellas, se sacrificavan animales, tambien por alguna tribulacion o necessidad, les mandava el sacerdote o chilanes sacrificar personas, y para esto contribuian todos, para que se comprasse esclavos, o algunos de devocion davan sus hijitos los quales eran muy regalados hasta el dia y fiesta de sus personas, y muy guardados que no se huyessen o ensuziassen de algun carnal peccado, y mientras a ellos llevavan de pueblo en pueblo con vailes, ayunavan los sacerdotes y chilanes y otros officiales.
Y llegado el dia, juntavanse en el patio del templo, y si avia de ser sacrificado a saetadas, desnudavanle en cueros y untavanle el cuerpo de azul con una coroça en la cabeça; y despues de alcançado el demonio, hazia la gente un solemne vaile con el, todos con arcos y flechas al rededor del palo, y bailando subianle en el, y atavanle y siempre vailando y mirandole todos. Subia el suzio del sacerdote vestido, y con una flecha en la parte verenda, fuesse muger o hombre le heria, y sacava sangre y baxavase y untava con ella los rostros al demonio; y haziendo cierta señal a los vailantes, le començavan a flechar por orden, como vailando passavan a priessa, al coraçon el qual tenia señalado con una señal blanca, y desta manera ponianle todos los pechos en un punto, como erizo de flechas.
Se le avian de sacar el corazon le traian al patio con gran aparato y compañia de gente, y enbadurnado de azul y su coroza puesta le llevavan a la grada redonda que era el sacrificadero, y despues que el sacerdote y sus officiales untavan aquella piedra con color azul y echavan purificando el templo al demonio; tomavan los chaces al pobre que sacrificavan, y con gran presteza le ponian de espaldas en aquella piedra y asianle de las piernas y braços todos quatro que le partian por medio. En esto llegava el saion nacon con un navajon de piedra, y davale con mucha destreza y crueldad una cuchillada entre las costillas del lado izquierdo debaxo de la tetilla, y acudiale alli luego con la mano y echava la mano del coraçon, como rabioso tigre y arancavaselo vivo, y puesto en un plato lo dava al sacerdote, el qual iva muy a prissa y untava a los idolos los rostros con aquella sangre fresca.
Algunas vezes hazian este sacrificio en la piedra y grada alta del templo, y entonces echavan el cuerpo ya muerto las gradas abaxo a rodar y tomavanle abaxo los officiales, y dessollavanle todo el cuero entero, salvo los pies y las manos, y desnudo el sacerdote en cueros vivos se aforrava de aquella piel y vailavan con el los demas, y era cosa de mucha solemnidad para ellos esto. A estos sacrificados comunmente solian enterrar en el patio del templo, o sino, comianseles repartiendo por los que alcançavan y los señores, y las manos y pies y cabeça eran del sacerdote y officiales, y a estos sacrificados tenian por santos. Si eran esclavos captivados en guerra el señor dellos tomava los huessos para sacar por divisa en los vailes en señal de victoria. Algunas vezes echavan personas vivas en el pozo de Chicheniza creiendo que salian al tercero dia, aunque nunca mas parecian.
§ XXVIII.—Sacrifices cruels et obscènes des Yucatèques. Victimes humaines tuées à coups de flèches et autres.
Ils faisaient des sacrifices de leur propre sang, quelquefois se taillant les oreilles tout à l’entour par lambeaux qu’ils laissaient attachés en signe de pénitence; d’autres fois, ils se trouaient les joues, ou la lèvre inférieure. Les uns se tranchaient des morceaux de chair de certaines parties du corps, ou se perçaient la langue de biais, se passant à travers des fétus de paille avec de cruelles souffrances; d’autres se taillaient le superflu du membre viril, de manière à y laisser comme deux oreilles pendantes: c’est là ce qui causa l’erreur de l’historien général des Indes qui disait qu’ils se circoncisaient[120].
Dans d’autres circonstances, ils accomplissaient un obscène et douloureux sacrifice et voici comment: ceux qui voulaient en avoir le mérite se réunissaient dans le temple, rangés par ordre et attachés les uns aux autres: ils se perçaient alors chacun le membre viril de biais par le côté, puis dans les trous qu’ils avaient faits, ils passaient un cordon aussi long que possible, et ils demeuraient ainsi tous ensemble attachés et enfilés les uns avec les autres. Avec le sang qui coulait de ces plaies, ils oignaient toutes les parties des statues du démon; celui qui en faisait davantage était considéré comme le plus vaillant, et ses fils, dès le plus bas âge, apprenaient à s’y accoutumer, tant ils étaient enclins à cette épouvantable cérémonie.
Entre les femmes il n’y avait rien de semblable à cette effusion de sang, quoiqu’elles fussent excessivement dévotes. De tous les animaux que les Yucatèques pouvaient obtenir, soit des oiseaux du ciel, soit du gibier ou des bêtes fauves, ou même encore des poissons, ils en tiraient le sang pour en embarbouiller le visage de leurs idoles. Ils leur offraient de tout ce qu’ils possédaient: à quelques animaux, ils arrachaient le cœur pour l’offrir; ils en présentaient d’autres entiers, les uns vivants, les autres morts, crus ou cuits, sans compter le pain et le vin dont ils faisaient de grandes offrandes, ainsi que de toutes les variétés de mets et de boissons à leur usage.
Pour faciliter ces différents sacrifices, il y avait dans les cours des temples quelques grands arbres debout, ornés de sculptures, et au pied de l’escalier de chaque temple se trouvait comme un piédestal rond et large, au centre duquel s’élevait une pierre de quatre ou cinq palmes de hauteur et assez fine. En haut de l’escalier il y avait une autre pierre semblable[121].
Outre les fêtes, pour la solennité desquelles on sacrifiait des animaux, le prêtre ou le chilan commandait quelquefois, à l’occasion d’un malheur ou d’une nécessité publique, de sacrifier des victimes humaines. Tout le monde y contribuait, les uns en donnant de quoi acheter des esclaves, les autres en livrant, par dévotion, leurs petits enfants[122]. On les caressait et on avait un grand soin de ces victimes jusqu’au jour de la fête; mais on les gardait aussi avec beaucoup de vigilance, de peur qu’elles ne prissent la fuite ou ne se souillassent de quelque faute charnelle. Dans l’intervalle on les conduisait de ville en ville avec des danses, tandis que les prêtres, les chilans et les autres officiers observaient les jeûnes accoutumés.
Le jour convenu, tous se réunissaient dans le temple: si la victime devait être sacrifiée à coups de flèches, on la mettait toute nue, en lui barbouillant tout le corps de couleur bleue, et on lui posait une mitre sur la tête. Dès qu’on était arrivé à la statue du dieu, tous armés d’arcs et de flèches dansaient avec la victime un ballet solennel autour des arbres dont il a été question plus haut; tandis que les uns la montaient et l’attachaient, les autres continuaient à danser à l’entour, les yeux fixés sur elle[123]. Le sacrificateur impur, revêtu, montait à son tour une flèche à la main; et que la victime fût un homme ou une femme, il la frappait de son arme aux parties naturelles, en tirait du sang, descendait et en oignait le visage de l’idole. Sur un signal qu’il donnait ensuite aux danseurs, ceux-ci commençaient à lancer, en dansant, des flèches au cœur de la victime, à mesure qu’ils passaient avec rapidité devant elle, le but marqué de blanc ayant été signalé d’avance. C’est ainsi que toutes les poitrines tournées vers un seul point, en faisaient comme un hérisson armé de flèches.
S’il s’agissait d’enlever le cœur à la victime, on la conduisait avec un grand appareil, dans la cour du temple, toute barbouillée de bleu et la mitre en tête, entourée de beaucoup de monde, jusqu’au pied du socle de forme ronde qui était le lieu du sacrifice. Le prêtre, assisté de ses officiers, oignaient de bleu la pierre et purifiaient le temple en chassant les mauvais esprits. Les chacs saisissaient ensuite la pauvre victime, la renversaient avec rapidité sur la pierre et la tenaient tous quatre des bras et des jambes qu’ils séparaient par le milieu. Dans le même instant, arrivait le bourreau nacon, un couteau de pierre à la main: il l’en frappait avec une barbare habileté entre les côtes sous le sein gauche; puis aussitôt il plongeait la main dans la poitrine, d’où il enlevait avec la joie féroce d’un tigre le cœur palpitant. Il le déposait ensuite sur un plat qu’il présentait au prêtre; celui-ci s’empressait de le saisir, et du sang frais qui en dégouttait oignait le visage de ses idoles.
Quelquefois ce sacrifice avait lieu sur la pierre érigée en haut de l’escalier du temple, après quoi ils lançaient le cadavre par les degrés en bas: les officiers s’en emparaient, l’écorchaient en entier, à l’exception des pieds et des mains, et le prêtre s’étant dépouillé de ses habits, tout nu se recouvrait de la peau. Ceci était suivi d’une danse générale où il prenait part, et le sacrifice de cette manière était considéré comme une grande solennité[124]. L’usage était d’enterrer dans la cour du temple ceux qu’on sacrifiait de cette façon: au cas contraire, on le mangeait, le partageant aux chefs et à ceux qui pouvaient en obtenir un morceau; les pieds, les mains et la tête étant réservés pour le prêtre et ses officiers, les victimes immolées de cette manière étant considérées comme saintes[125]. Si c’étaient des esclaves prisonniers de guerre, leur maître gardait leurs ossements, qu’il étalait dans les ballets comme des insignes de victoire[126]. Quelquefois on jetait des victimes vivantes dans les puits de Chichen-Itza, dans l’idée qu’elles en sortaient le troisième jour, quoiqu’on ne les vît jamais reparaître.
§ XXIX.—Armas de los yucataneses. Dos capitanes, uno hereditario, otro electivo. Abstinencia de este. Milicia y soldada, guerra, etc.
Que tienen armas offensivas y defensivas. Ofensivas eran arcos y flechas que llevavan en su cargaje con pedernales por caxcillos y dientes de pescados muy agudas, las quales tiran con gran destreza y fuerza. Son los arcos de un hermoso palo leonado y a maravilla fuerte mas derechos que corvos, las cuerdas de su cañamo. La largura del arco es siempre algo menos que el que lo trae: las flechas son de cañas muy delgadas que se crian en lagunas y largas de mas de a cinco palmos, y enxierenle a la caña un pedaço de palo delgado muy fuerte y en aquel va enxerido el pedernal. No usavan ni la saben poner ponsoña, aunque tienen harto de que. Tenian hachuelas de cierto metal y desta hechura, las quales encaxavan en un hastil de palo, y les servia de armas, y buelta de labrar la madera. Davanle filo con una piedra a porrazos que es el metal blando. Tenian lançuelas cortas de un estado con los hierros de fuerte pedernal, y no tenian mas armas que estas.
Tenian para su defensa rodelas que hazian de cañas hendidas, y muy texidas redondas y guarnecidas de cueros de venados. Hazian xacos de algodon colchados y de sal por moler colchada de dos tandas o colchaduras, y estos eran fortissimos. Tenian algunos señores y capitanes como moriones de palo y estos eran pocos, y con estas armas ivan a la guerra, y con plumajes y pellejos de tigres, y leones, puestos los que los tenian. Tenian siempre dos capitanes, uno perpetuo y se eredava, otro elegido con muchas cerimonias por tres años para hazer la fiesta que hazian en su mes de Pax y caé al doze de mayo, o por capitan de la otra banda para la guerra.
A este llamavan Nacon; no avia en estos tres años conocer muger ni aun la suya, ni comer carne, tenianle en mucha reverencia y davanle pescados y yguanas que son como lagartos a comer; no se emborachava en este tiempo y tenia en su casa las vasijas y cosas de su servicio a parte, y no le servia muger y no tratava mucho con el pueblo.
Passados los tres años como antes, estos dos capitanes tratavan la guerra y ponian sus cosas en orden, y para esto avia en (cada) pueblo gente escogida como soldados, que quando era menester con sus armas acudian, los quales llaman holcanes, y no bastando estos, recogian mas gente, y concertavan y repartian entre si, y guiados con una bandera alta, salian con mucho silencio del pueblo, y assi ivan a arrevatar a sus enemigos con grandes gritos y crueldades, donde topavan descuidos.
En los caminos y passos, los enemigos les ponian defensas de flechaderos de varaçon y madera y comunmente hechos de piedra. Despues de la victoria quitavan a los muertos la quixada y limpia de la carne poniansela en el braço. Para sus guerras hazian grandes ofrendas de los despojos, y si captivavan algun hombre señalado luego le sacrificavan, porque no querian dexar quien les dañasse despues. La demas gente era captiva en poder del que la prendia.
Que a essos holcanes sino era en tiempo de guerra no davan soldada, y que entonces les davan cierta moneda los capitanes, y poca, porque era del suyo, y sino bastava, el pueblo ayudava a ello. Davanles tambien el pueblo la comida, y essa adereçavan las mugeres para ellos; la llevavan a cuestas por carecer de bestias y assi les duravan poco las guerras. Acabada la guerra los soldados hazian muchas vexaciones en sus pueblos durante el olor de la guerra, sobre el hazianse servir y regalar, y si alguno avia matado algun capitan o señor era muy honrado y festejado.
§ XXIX.—Armes des Yucatèques. Deux généraux, l’un héréditaire et l’autre électif. Abstinence du dernier. Milice et mercenaires. Guerre, etc.
Les Yucatèques ont des armes offensives et défensives. Les offensives sont des arcs et des flèches qu’ils portent dans leurs carquois, armées de pointes d’obsidienne et de dents de poisson, fort aiguës, et qu’ils tirent avec non moins d’adresse que de force. Les arcs sont d’un beau bois fauve et extraordinairement solide, plutôt droits que courbes, et les cordes de l’espèce de chanvre qu’ils fabriquent. La longueur de l’arc est toujours un peu moindre que la hauteur de celui qui s’en sert; les flèches sont de roseaux fort menus qui croissent dans les lagunes, longues de cinq palmes: ils y ajustent un morceau de bois également très-menu et fort, auquel s’adapte la pierre. Ils ne connaissaient pas l’usage de les empoisonner, quoique les poisons ne leur manquent pas. Ils avaient de petites haches d’un métal particulier et de cette forme[127]: ils les ajustaient à un manche de bois; au combat, ils s’en servaient comme d’une arme, et chez eux comme d’un instrument à travailler le bois. Ce métal n’étant pas fort dur, ils leur donnaient le fil, en les battant avec une pierre. Ils se servaient aussi de lances d’une toise de longueur, dont le fer était d’un silex très-dur, et ils n’avaient pas d’autres armes[128].
Pour la défense, ils avaient des rondaches qu’ils fabriquaient de roseaux fendus et tissés avec soin; elles étaient rondes et garnies de cuir de cerf. Ils tissaient aussi des sayes de coton piqué, doublées de gros sel, de deux épaisseurs, et qui étaient d’une résistance extraordinaire[129]. Quelques seigneurs remplissant la charge de généraux, avaient des casques en bois; mais ils étaient en petit nombre. C’est avec ces armes qu’ils allaient en guerre, ornés de plumes et revêtus de peaux de tigres et de lions. Les généraux étaient toujours au nombre de deux, l’un dont la charge était perpétuelle et héréditaire, l’autre élective: celle-ci se conférait avec beaucoup de cérémonies pour l’espace de trois ans, à celui qui devait présider à la fête qui se célébrait au mois de Pax, tombant au douze mai, et qui avait le commandement du second corps d’armée, durant la guerre.
C’était ce dernier qui avait le titre de Nacon; il ne devait, pendant ces trois années, communiquer avec aucune femme, pas même avec la sienne, ni manger de la viande. On l’avait en grande vénération; pour sa nourriture, on lui donnait du poisson et des iguanes, qui sont une sorte de lézards[130]; en tout ce temps-là, il se gardait de s’enivrer; il avait à part dans sa maison sa vaisselle et autres objets à son usage, aucune femme n’étant admise à le servir, et il ne communiquait que fort peu avec le monde.
Passés ces trois ans, les deux généraux traitaient de la guerre et en ordonnaient les affaires; il y avait pour cela dans chaque localité des gens choisis pour soldats, et qui, au besoin, se présentaient en armes à l’appel des holcans[131]. Si cette milice était insuffisante, ceux-ci réunissaient plus de monde, les instruisaient et les répartissaient les uns parmi les autres; et conduits, un grand drapeau en tête, ils sortaient fort silencieusement de la ville; c’est ainsi qu’ils marchaient contre leurs ennemis, qu’ils attaquaient avec de grands cris et férocité, s’ils arrivaient à les atteindre à l’improviste.
Dans les chemins et les défilés, les ennemis leur opposaient des défenses pourvues d’archers, des retranchements en bois et en branchages, mais le plus souvent en pierre. Après la victoire, ils enlevaient aux morts la mâchoire, en nettoyaient la chair et se la mettaient au bras. A l’occasion de ces guerres, ils faisaient de grandes offrandes des dépouilles et, s’ils faisaient prisonnier quelque chef distingué, ils le sacrifiaient aussitôt, ne voulant laisser vivre personne qui pût leur nuire plus tard. Le reste des prisonniers demeuraient au pouvoir de ceux qui les avaient captivés.
Quant aux holcans, ils n’amenaient point la milice hors du temps de la guerre. Les généraux leur donnaient alors une solde particulière, mais peu importante, car c’était de leurs propres fonds, et si cela ne suffisait point, la commune leur venait en aide. La commune leur donnait aussi la nourriture, les femmes étant chargées de la leur préparer; faute de bêtes de somme, c’étaient des hommes qui la portaient à dos; aussi les guerres étaient-elles de courte durée. La guerre terminée, les soldats causaient encore beaucoup d’embarras et d’ennuis dans leurs localités, tant que le feu n’en était pas tout à fait éteint, sans compter qu’ils se faisaient servir et régaler; et si l’un d’eux avait tué quelque capitaine ou seigneur, on le comblait d’honneurs et de festins.
§ XXX.—Castigo de los adulteros, homicidas y ladrones. Educacion de los mancebos. Uso de llanar la cabeça á los niños.
Que a esta gente les quedo de Mayapan costumbre de castigar los adulteros desta manera: hecha la pesquiza, y convencido alguno del adulterio, se juntavan los principales en casa del señor, y traido el adultero atavan a un palo, le entregavan al marido de la muger delinquente, y si el le perdonava, era libre, sino le matava con una piedra grande en la cabeça de una parte alta, a la muger por satisfacion bastava la infamia que era grande y comunmente por esto las dexavan.
La pena del homicida era morir por insidias de los parientes, aunque fuesse casual, o sino pagar el muerto. El hurto pagavan y castigavan con hazer esclavos, aunque fuesse muy pequeño el hurto, y por esto hazian tantos esclavos, principalmente en tiempo de hambre, y por esso fue que nosotros frayles tanto travajamos en el baptismo, para que les diessen libertad.
Y si eran señores o gente principal juntavasse el pueblo; prendido le labravan el rostro desde la barba hasta la frente por los lados en castigo, lo qual tenian por grande infamia.
Que los moços reverenciavan mucho a los viejos y tomavan sus consejos y ansi se jactavan de viejos, y esso dezian a los moços, que pues avian mas visto que ellos, les avian de creer, lo qual si hazian, los demas les davan mas credito. Eran tan estimados en esto que los moços no tratavan con viejos, sino era en cosas inevitables, y los moços por casar; con los casados, sino muy poco; por lo qual se usava tener en cada pueblo una casa grande y encalada, abierta por todas partes, en la qual se juntavan los moços para sus passatiempos. Jugavan a la pelota y a un juego con unas habas como a los dados, y a otros muchos. Dormian aqui todos juntos casi siempre, hasta que se casavan.
Y dado que e vido que en otras partes de las Indias usavan del nefando peccado en estas tales casas, en esta tierra no e entendido que hiziessen tal, ni creo lo hazian, porque los llagados desta pestilencial miseria dizen que no son amigos de mugeres como eran estos, ca a estos lugares llevavan las malas mugeres publicas, y en ellos usavan dellas, y las pobres que entre esta gente acertava a tener este officio no obstante que recibian dellos gualardon, eran tantos los moços que a ellas acudian que las traian acossadas y muertas. Enbadurnavanse de color negro hasta que se casavan, y no se solian labrar hasta casados, sino poco. En las demas cosas acompañavan siempre a sus padres, y assi salian tan buenos idolatras como ellos, y servianles mucho en los trabajos.
Que las indias criavan sus hijitos en toda aspereza y desnudez del mundo, porque a cuatro o cinco dias nacida la criatura la ponian tendidita en un lecho pequeño hecho de varillas, y alli boca abaxo le ponian entre dos tablillas la cabeça, la una en el colodrillo, y la otra en la frente, entre las quales se le appretavan reciamente y le tenian alli padeciendo hasta que acabados algunos dias le quedava la cabeça llana y enmoldada como lo usavan todos ellos. Era tanta molestia y peligro de los niños pobres que peligravan algunos, y el autor deste vio agujerarsele a uno la cabeça por detras de las orejas, y assi devian hazer muchos.
Criavanlos en cueros, salvo que de 4 a 5 años les davan una mantilla para dormir y unos listoncillos para onestarse como sus padres y a las mochachas las començavan a cubrir de la cinta abaxo. Mamavan mucho, porque nunca dexavan de darles leche pudiendo, aunque fuessen de tres o quatro años, de donde venia aver entre ellos tanta gente de buenas fuerças. Criavanse los dos primeros años a maravilla lindos y gordos. Despues con el continuo bañarlos las madres y los soles se hazian morenos; pero eran todo el tiempo de la niñez bonicos y traviesos, que nunca paravan andar con arcos y flechas, y jugando unos con otros, y assi se criavan hasta que començavan a seguir el modo de vivir de los mancebos y tenerse, en su manera en mas y dexar las cosas de niños.